lunes, 30 de septiembre de 2013

EL ACTOR COMO INSTRUMENTO

El Actor es el instrumento a través del cual, el Director genera una interpretación del universo plasmado en la partitura escrita por el Dramaturgo.
El instrumento del Actor, como todo instrumento, tiene una elaboración que pretende la perfección desde la elección de la mejor materia prima; ésta tiene una elaboración refinada y posteriormente una ejecución, una forma de ejecutarse bajo cierta afinación y ciertas reglas que, teniendo la posibilidad de modificarse, son ineludibles.
Sin embargo, al momento de "atacarse", dicho instrumento sólo se deja hacer con las capacidades expresivas ilimitadas correspondientes al arte en cuestión y al mismo tiempo, a pesar y con las limitaciones propias de su naturaleza respecto al mundo, respecto a la realidad del mundo.

viernes, 6 de septiembre de 2013

El actor del COLEGIO DE LITERATURA DRAMÁTICA y TEATRO, de la FFyL; a propósito de la TÉCNICA MEISNER

Por: Antonio Mejía Ortiz

En la dura relación de vida, parecida a un mal divorcio, que llevo con el Teatro, he percibido que varias cosas afectan el quehacer actoral de los estudiantes del CLDyT; ignoro si es debido a un precario método de enseñanza, simple falta de talento o carencia en el desarrollo de la vocación en actores y directores; si es debido a la ausencia de un fin concreto, práctico y visible, (es decir, para qué se hace lo que se hace o qué tipo de actores se pretende preparar en el Colegio); si se debe a entrenamientos con una percepción poco realista del hecho escénico, del oficio del teatro; a las pobres herramientas con que cuentan los estudiantes para el entrenamiento de la consciencia escénica y del instrumento físico de trabajo: el cuerpo. Ignoro a ciencia cierta cuáles son las causas, pero en el momento mismo del hecho escénico hay limitantes similares que se pueden ver en casi todas las ejecuciones, desde los ejercicios en clase hasta las muestras de las temporadas, incluso en los proyectos que han salido de las aulas del Área de Teatros y van de aquí para allá en festivales sui generis (que parecen ser todos) o dando pequeñas temporadas en foros recónditos. Independientemente del estado o sitio, los actores comparten ciertas carencias específicas, de las cuales, tal vez las más evidentes se puedan agrupar de la siguiente manera:

1.     Estrés escénico, que lleva a la desconcentración, al pánico escénico pasivo. El actor deja de percibir su entorno y está más preocupado por no cometer errores en la linealidad y literalidad de la escena, que por su funcionamiento como medio que proyecta una emoción que debe afectar al público. O por el contrario, lo conduce a una sobre-exposición desbocada de energía ambigua y aunque a muchos les basta con esta estampida de excitación, porque se confunde con un acontecimiento escénico genuino, para que suceda el teatro no es suficiente.
2.      La nula consciencia de las características propias como ser humano, como persona, como actor, como medio transmisor de un mensaje simbólico y como medio proyector de un estado emotivo.
3.      La deficiente o nula consciencia de que la escena es un espacio de resignificación simbólica, es imagen, pero no como lo entienden los falsos profetas del “nuevo teatro”: como la supresión de todo lo que parezca texto; sino que es un continuum de imágenes que es lenguaje, que es necesariamente palabra que evoca, que en la escena es, al final e irónicamente, imagen. En la escena, que comprende el “todo” de ese universo cerrado, que nace una vez entrando a la sala o espacio donde ejecutantes y espectadores se reúnen, allí sucede el acontecimiento escénico, sin embargo, el estudiante del CLDyT carece de las herramientas del oficio y del desarrollo intuitivo para comprender que dicho acontecimiento se crea, como diría la Doctora Ana Goutman, no a partir de lo que se ve, sino de lo que evoca o expresa la historia personal. Todo en escena es imagen, es símbolo y el actor es un objeto simbólico más, en la construcción del acontecimiento escénico, pero de ninguna manera es un predicador, instructor, catequista, etc.
4.      La confusión entre el decir, el expresar y el habla como palabra. Hablar no es decir, lo mismo que decir no es necesariamente expresar. Asimismo la expresión no necesita del decir, del mismo modo que el decir no necesita de la palabra; sin embargo, cada uno de estos conceptos son lenguaje y éste, a final de cuentas, para los fines prácticos y reales del desarrollo de la humanidad se expresa a través de la palabra, que es una de las dos convenciones ineludibles del teatro (la otra es la ficcionalidad).

Sin embargo, podríamos reducirlos a tres conceptos básicos:

·         Incapacidad de acceder, generar y proyectar una verdad escénica bajo circunstancias imaginarias.
·         Angustia y estrés escénico. El actor no es un agente que afecte el entorno, por el contrario, cualquier mínimo factor perturba el trabajo del actor y lo desconcierta.
·         En escena, los actores no escuchan, no ven, no perciben.

Al notar la coincidencia y repetición de tales defectos en la herramienta de trabajo del actor del CLDyT, pensando también en mis días como estudiante del Plan de Estudios anterior y sobre todo en mi fugaz paso por los escenarios, recuerdo que los problemas eran similares, aun en los compañeros más exhibicionistas y en aquellos que –decían-, habían nacido para actuar.
Desconozco si este problema es generalizado en las escuelas del país, específicamente de actuación. Noto en los egresados de otras instituciones, más que angustia la banalidad déspota de a quien no le interesa el público. Entre una y otra, prefiero la angustia de los estudiantes del CLDyT porque significa preocupación por el oficio, por el arte, por el público y asimismo interés en comunicar.
Dicha preocupación no es suficiente para llegar al fin primordial del teatro: conmover. Por tales motivos me he dado a pensar de dónde proviene tal contrariedad, para tener una perspectiva desde la experiencia propia. Con toda la insolente libertad que siempre me ha caracterizado, planteo a continuación mis hipótesis acerca de por qué suceden estas dificultades:

1.      El arte es un acto de fe que exige disposición absoluta del espíritu, la voluntad, la cognición o como quiera llamársele al proceso que permite acceder al estado de presencia escénica. Un actor que no se encuentre en estado de disposición, difícilmente logrará acceder a una verdad escénica.
2.      El actor se encuentra en un estado desesperado de fingimiento de naturalidad, por lo que pasa más tiempo tratando de actuar como actor, que representando.
3.      Las fantasiosas técnicas de relajación-concentración-actuación-generación emotiva de los profesores del Colegio, envuelven la intuición natural mimética de los estudiantes en un montón de complicaciones técnicas. El actor pasa más tiempo tratando de llevar a cabo dichas técnicas que actuando.
4.      El actor cree que el proceso emotivo debe suceder en él y que de esa forma el público se contagiará de su estado; y esto una mentira disfrazada con palabras verdaderas. El proceso emotivo sucede en el espectáculo, el actor es parte del mismo. La forma de contagiar al público es la exactitud en la conjunción de los elementos. El actor es un instrumento de expresión, no un caldo de emociones.
5.      El actor no sabe por qué, para qué, ni cómo hace lo que hace, porque no comprende lo motivos ulteriores ni instintivos de aquello que representa. Para rellenar los vacíos se llenan de florituras acartonadas o exageraciones y clichés.

Buscando información al respecto, dado que para mí la actuación debe ser un acto casi natural, visceral, que provenga de la astucia del instinto, llegué a las entrevistas del Actor´s Studio, por donde han pasado grandes personajes del nivel de Al Pacino, Robert De Niro, Clint Eastwood, Johnny Depp, Gene Hackman, Tom Hank, entre muchos otros. Los cuáles comentan de forma general lo siguiente:

1.      Hay que identificar las características físicas, de personalidad y carácter, propias; una vez hecho esto, entrenarlas para desarrollarlas en escena, lo que implica: hacer el personaje a las características propias y no al revés, nunca tratar de satisfacer las características de una entidad cuya compleja totalidad, sin el instrumento del actor, es imposible. Y mucho menos, intentar satisfacer las morbosas alucinaciones de un director, productor o etc., desligadas completamente de la lógica dramática.
2.      La emoción que como actor se proyecta y que genera una respuesta multisensorial en el espectador, está completamente distanciado de las emociones del actor. Así, éste modifica o matiza su presencia escénica para proyectar una emoción que se realizará en el en sí mismo del espectador, a través de sus evocaciones personales.
3.      Menos es más. En el sentido en que un actor atento, contenido y concentrado siempre será mucho mejor que uno exhibicionista y desbocado. Así, un accidente o acontecimiento emotivo en la realidad es explosivo, fugaz y su curva dramática se desvanece en la gris cotidianidad, sin embargo, sobre la escena, se muestra una multitud de momentos y estados, por lo que, la energía del estado de presencia del actor no puede ser la misma porque devendría en desgaste o decadencia de la psique y del organismo del actor como individuo y no como profesionista; y aunque tienen qué ver necesariamente, una de ninguna manera es otra. Siendo así, el actor debe entender que la administración de la energía del estado de presencia es una de sus labores fundamentales. Mientras el trabajo del actor en cine es un goteo de instantes, el trabajo del actor en teatro es un fluir de momentos, pero ambos conducen a un fluir dramático, en el que los fenómenos más poderosos, como en la existencia física, tienen qué ver más con la densidad que con el volumen.
4.      La peor crítica es la autocrítica que se hace a priori. El estrés escénico que lleva al actor a paralizarse o caer en un caos de pánico, proviene de los juicios morbosos de uno mismo hacia uno mismo antes, durante y luego del momento de la ejecución. Un actor debe accionar si prejuicios y eso se consigue logrando una verdad escénica a partir de la verdad de mi accionar en la realidad, es decir, llevar a la ficción la naturalidad de mi accionar físico en lugar de imponerle formas desconocidas a mi “estar escénico”. Asimismo, hacerse a dos ideas: uno, que el producto que se vende es a uno mismo; uno mismo tiene que aprender a vender lo que se tiene y no aquello que no se tiene; y, dos, que aquello que sucede durante un espectáculo, dimensionado respecto a lo que sucede en el mundo, es un mínimo fragmento de la existencia, donde lo peor que puede pasar es mínimo si tomamos en cuenta el acontecer histórico; asimismo, lo mejor que puede pasar al liberarse del estrés escénico, es comparable a las dimensiones del universo, por consiguiente vale más la pena ocuparse en accionar que preocuparse por fallar.
5.      Más que vender un montón de características físicas o un montón de técnicas, el actor vende voluntad, valentía, perseverancia de la expresividad personal. Así se llega a la autenticidad, a la organicidad tan mentada por los profesores y directores del CLDyT.
6.      El actor es como un deportista de alto rendimiento. Únicamente la constancia, el ensayo continuo, metódico y detallado, habrán de conducirlo a la exactitud en la expresión escénica, en el momento del acontecimiento teatral.
7.      La actuación es un proceso interminable-acumulativo del refinamiento de la técnica de la expresividad escénica, respecto al instrumento del actor: el sí mismo. Es un proceso minimalista de intuición, que sin desligarse de la razón, ni de la ética profesional, logra llegar a la inspiración sobre la escena, que no es otra cosa que vocación interpretativa al servicio del bien a la humanidad, representada en el espacio escénico por el público, a través de la manifestación de un comportamiento, cuyo sentido ulterior es conmover para revelar una verdad universal catártica.
8.      El trabajo del actor sobre la escena se puede explicar como un accionar con verdad bajo circunstancias imaginarias, en donde uno (el actor, no la persona), hace un trabajo de concentración que parte del en sí mismo, pasando por los compañeros en escena y la circunstancialidad planteada; y llega hasta aquello que, sin formar parte de la escena propiamente, conforma el espacio escénico. Y que se expresa en la capacidad del actor (el uno) de ver y escuchar.

Los problemas que veo en los actores, por lo menos en los estudiantes del CLDyT, me han conducido a esta mini investigación para intentar resolver las dudas que me surgieron; y una vez llegando a las experiencias comentadas en varias de las entrevistas realizadas por James Lipton, me encuentro con la Técnica Meisner, la cual considero un buen referente para el quehacer del actor, aun cuando se utiliza principalmente para el trabajo en cine. A continuación dejo una somera información como apoyo didáctico, ya que considero, puede ayudar a los estudiantes a liberarse de las tensiones extra-dramáticas, para desarrollar de mejor manera las tensiones dramáticas sobre el escenario.

La Técnica Meisner

En Rusia, a finales del siglo 19, Konstantin Stanislavski llego a la conclusión de que la actuación que observaba en el teatro era afectada y poco natural. Invento entonces un sistema para entrenar actores. Su énfasis era que crearan personalidades y actuaran de una manera naturalista, como en la vida misma.

En 1929, el Moscow Art Theatre se presento en Nueva York, y los actores Norteamericanos se quedaron impresionados con este “nuevo” sistema de actuar. Algunos de ellos formaron la compañía más importante en la historia del teatro de Norteamérica – “The Group Theatre”. Richard Boleslavski se quedo en Nueva York para instruirlos en el “Sistema Stanislavski”. Entre los fundadores de esta compañía se encontraban Elia Kazan, Harold Clurman, Clifford Odetts, Lee Strasberg, Stella Adler y Sanford Meisner. Estos tres últimos crearon las tres escuelas actorales más importantes de Norteamérica hasta el día de hoy: Actor’s Studio, Stella Adler Conservatory y The Meisner Technique. Las tres escuelas se consideran “método” aunque difieren muchísimo en sus propuestas actorales.  Las tres se consideran “METODO”, porque las tres son interpretaciones del “SISTEMA” de Stanislavski. Meisner destilo el sistema Stanislavsqueno a unas pocas reglas elementales. Las más importantes siendo:

*        Vivir con verdad bajo circunstancias imaginarias.
*        Concentrarte en el otro actor
*        Aprender a escuchar.
*        Minimalismo actoral e intuición escénica.

La Técnica Meisner, hoy por hoy, es considerada como el proceso más efectivo para entrenar actores cinematográficos. Esto es porque está basada en usar la intuición cuando se actúa, y con gran énfasis al minimalismo actoral. Los estudiantes trabajan en pequeños grupos (12 a 16). Con una pareja, y guiados por el instructor, experimentan usando textos e improvisaciones. Al final, y en muy poco tiempo, logran un profundo entendimiento de ellos mismos, y producen un instrumento actoral capaz de crear “verdad” bajo circunstancias imaginarias.  También se considera la MEJOR técnica para un actor que inicia su entrenamiento.  Esto es porque la técnica Meisner te pone en contacto con tu esencia individual y te enseña los elementos básicos de la actuación como: escuchar, concentración, comunión escénica y sobre todo vivir momento a momento.  Todo esto partiendo desde TU PUNTO DE VISTA y con TU PROPIA VERDAD.

Sanford Meisner (31 de agosto de 1905 – 2 de febrero de 1997) fue un actor y profesor de interpretación de nacionalidad estadounidense, que desarrolló un método interpretativo conocido hoy en día como la Técnica Meisner.