martes, 11 de noviembre de 2014

Todos hablaban de la Muestra Nacional de Teatro... yo sólo quería ser popular

Acabo de leer "Que si del DF… Que si no… / Reflexión a propósito de la programación en las muestras nacionales de teatro.", artículo de David Gaitán; y enseguida, haciendo honor a mi dispersión respecto a lo que acontece en el "Medio teatral mexicano (quién sabe qué sea esa cosa)", el artículo "La última Muestra Nacional de Teatro", de Enrique Olmos, que se pueden leer en http://teatromexicano.com.mx/revista/articulo.php?id=1298
No quiero referirme a partes específicas de los artículos, porque si ya hay mucha gente desconocida que me odia, no deseo ganarme la enemistad de gente -digamos- reconocida. Sin embargo, me pareció interesante desde dónde se toma la discusión acerca del centralismo cultural respecto de las expresiones escénicas en México y hacia dónde se dirige. Y para no hacer un extenso texto con mis opiniones personales que nadie va a leer porque, como podría decirse, no tengo cartel ni cártel ni nada, sólo diré que esta discusión me recuerda esa bonita parábola de El hijo pródigo, que para asuntos bíblicos está bien, pero aquí no la chiflen que es cantada...
Y concluyo con muchas obviedades:
1.- Aunque en México -por lo menos en el D. F., que es el origen de tal problemática-, todos adoran el teatro argentino, a los creadores y pensadores del teatro argentino, nadie les ha aprendido nada, a excepción de unos cuántos grupos de teatro que siguen por "amor al arte".
2.- Aunque todos somos muy posmodernos y posdramáticos, nuestra forma de atacar los asuntos artísticos, burocráticos, administrativos y creativos, sigue siendo posrevolucionaria. Aunque si aguantamos un poco y limpiamos muchas botas y recaudamos muchos votos, puede ser que sí, que algún día la Revolución nos haga justicia, como a ciertos personajillos que andan muy ufanos por instituciones educativas, foros y espacios, que los hay de sobra, usted escoja.
3.- Que nuestra discriminación es tan sofisticada que pasa como inclusión y diversificación.
4.- Que a pesar de todas las tendencias de ruptura y vanguardia; de todas las formas de expresión escénica en el mundo a las que tenemos acceso, nuestra visión es mucho peor que la del colonizado, es la del siervo.
5.- Y por lo anterior, que si Vargas Llosa tenía razón (de nuevo muy de moda en estos días), Octavio Paz tenía más razón, ya que la primera es consecuencia de la segunda.
6.- Que si El Teatro es un negocio que se rige por las leyes de la oferta y la demanda (ni modo), la expresión creativa no (ni modo). El problema es obligar a toda expresión creativa a ser objeto de lucro, en el mejor de los casos; y objeto del onanismo personal, en el peor.
7.- Que se adiestran a montones y montones de estudiantes bajo el mejor y el peor de los casos del problema mencionado arriba y así se crea una atmósfera propicia para todos los errores de carácter de nuestra patética y oscura identidad del teatro nacional o de las expresiones escénicas nacionales.
8.- Que el "centralismo cultural" no le pertenece ni beneficia a los chilangos sino a cierta especie de chilangos, porque como dice el libro "Todos los chilangos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros."
9.- Que en este caso sí, como lo menciona Enrique Olmos, la gran mayoría de aquellos que detentan los medios, los espacios y las posibilidades, en su quehacer diario se la pasan legitimando y avalando aquello que ahora indigna a una nación. Como he dicho antes, De ser un estudiante y/o aspirante a artista convenenciero, preocupado por el "éxito" y el ego personal; de ir creando pequeñas mafias;
de ser un artista que no se compromete con el proceso y la búsqueda y en cambio va acaparando resultados; a la gran corrupción de Estado, hay apenas unos cuantos pasos...
10.- ¡Qué bonito es poder decir que la culpa y la solución la tiene otro, otra cosa... ese...! el Estado, por ejemplo (para mayor comprensión véase el siguiente comentario: https://www.facebook.com/antoniomejiaortiz/posts/888228411188301?pnref=story)