lunes, 27 de abril de 2015

Melville en Mazatlán, de Vicente Quirarte

EL CONTEXTO O MIS FRUSTRACIONES PERSONALES

Luego de asistir a la charla de Jorge Duibatti, obtuve un pase de cortesía para ver Melville en Mazatlán del Doctor Vicente Quirarte. Aunque echar abajo nuestros prejuicios es uno de los propósitos del Aula de Espectadores propuesta por Dubatti, como soy un necio insufrible siempre voy tratando de saber lo menos posible sobre el espectáculo y con mis prejuicios como armadura, pero siempre dispuesto a rendirme frente a la propuesta, claro, si logra desarmarme.

Pues bien, la primera sorpresa fue encontrar en el  Centro Cultural Universitario una feria del libro muy tirada al lado intelectual pero del tipo que se realizan en el WTC; quiero decir que como la cultura no vende la idea es "divertir al target" de público específico al que últimamente le cedieron ese espacio. Y yo me niego a hacer "divertidas" las expresiones culturales, artísticas o religiosas para que una serie de esnobs o tontos simplones las descubran o soporten. Claro que se pueden y deben buscar mecanismos para que su inserción sea interesante y atractiva, pero la idea contemporánea de "diversión" tiene qué ver más con las pizzas que con lo que tiene qué decir un Galeano (de moda por su fallecimiento) o un Borges.

La segunda sorpresa fue ver en la fila al maestro Luis de Tavira, muy educado y ecuánime como es, sin pretender que le dieran un trato especial ni haciendo "gala" de su posición en el teatro nacional, incluso diría que bastante discreto frente a un público que parecía desconocerlo porque no vi ninguna actitud o comentario de "¡mira quien está allí!", lo que me hace suponer que a) no sabían quien era; b) sabían quien era pero frente a la actitud contemporánea de los intelectuales y los aspirantes a intelectuales, que esté allí él o Castellucci no "debe" tener ninguna importancia; o, c) todos allí, excepto yo y algún que otro despistado, formaban parte de la misma clase socio-intelectual y como recurrentemente se encuentran en eventos y presentaciones pues ya no es digno de comentarse. Claro, hablo como dije antes desde mis prejuicios. Todo tiene una explicación y la presencia del maestro Luis de Tavira tenía qué ver con que Pedro de Tavira Egurrola actúa en la obra.

La tercera sorpresa fue que le gané el lugar al maestro; como llegué temprano tuve una buena posición para entrar y elegir lugar y dada la disposición escénica de la propuesta, el mejor sitio era el vértice del ángulo recto que formaban las dos líneas de sillas dispuestas par los espectadores. Y me atrevo a decir que le gané el lugar porque al llegar me vio con mirada "ese era mi sitio, el que nadie elegiría" y luego no tuvo otra que sentarse detrás mío; no es relevante, pero me pareció curioso.



ACERCA DE LA OBRA

Bajo la dirección de Eduardo Ruiz Saviñón se presenta el encuentro entre un viejo escritor Herman Melville (1819-1891) y una versión joven de sí mismo.  A través del dialogo se confrontan sus sueños y anhelos, sus fracasos y frustraciones; y se establece lo "simbólicamente verdadero" en un tiempo sin tiempo en que se gesta Moby Dick y Billy Bud, principio y fin del sufrimiento de un genio.

1.- Con los autores clásicos, generalmente pasa que la propuesta escénica no está a nivel de lo que el texto expresa y al mismo tiempo, el texto, ese cúmulo de referencialidades muy devaluado en esta época, logra sostener la obra en el sentido de que su potencia y trascendencia es suficiente, no para darle valor a lo escénico (lo que está mal hecho está mal hecho) pero sí para transmitirle algo significativo al público. Tal es el poder de la palabra. Y en Melville en Mazatlán sucede algo similar, pues el texto del Doctor Vicente Quirarte tiene la calidad y significatividad como para sobreponerse a una deficiente actuación y propuesta escénica. Vicente Quirarte maneja con maestría su oficio y aunque nunca ha sido un "niño malo", si vivió y se relacionó con muchos, empezando por su padre y Rubén Bonifaz Nuño, su padre adoptivo; por ello, por su capacidad de asimilar, de interrelacionar esto con sus reflexiones propias y transmitirlo a través de las letras, es que puede, partiendo de la imagen del encuentro de los dos Borges, ofrecer un texto interesante y original lleno de bellas metáforas, de símbolos, referencias e ideas importantes sin traicionar el contexto histórico y los aspectos personales de un personaje con quien, es obvio, se identifica. Es así que el texto sostiene la casi hora y media de la obra que de otra forma, presiento, sería inaguantable. No es gratuito que los grandes dramaturgos de la época posdramática hagan tanto énfasis al TEXTO, como inicio de una concepción escénica.


2.- La disposición del escenario en escuadra emula un muelle con una banca en algún lugar de NY; detrás un gran ciclorama donde se proyectan imágenes del mar y sus motivos y que también sirve para exteriorizar a través de colores y juegos lumínicos el estado emotivo de los personajes. No que quiera hacerla de director, pero lo que es obvio es innegable. Me parece que en la desesperación por ser modernos y cumplir con los cuasi fascistas lineamientos de los "pensadores" teatrales acerca de romper con las formas y buscarle "tres pies al gato" y "mangas al chaleco", se pierden conceptos tan básicos como el de la acción, la resignificación, el decorado (la atmósfera) y especialmente la perspectiva, la proporción y la isóptica, que en una producción independiente es comprensible aunque no aceptable, pero en una producción más que bien financiada por Teatro UNAM, es preocupante. La disposición en escuadra se nota forzada y no le aporta anda al espectáculo, especialmente cuando el anclaje del diseño se encuentra en la banca que claramente marca un frente distinto a los dos frentes propuestos por el diseño escenográfico. Los espectadores de los costados se perderán mucho, cosa que no es intencional cuando tienes un ciclorama en paralelo con la banca, de tal forma que al tratar de romper con la perspectiva que supone una "cuarta pared" terminan poniendo otras dos. Siendo así, Melville en Mazatlán es una propuesta que según la disposición realizada en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, debe verse hacia abajo y no lo digo como metáfora sino por lo antes mencionado; en primera porque es inevitable que entre, dentro del campo de visión, el basto equipo de iluminación del foro y esto rompe con la ficción o de menos, pelea todo el tiempo con la atmósfera que se propone desde las proyecciones; además de que, entre una y otra, el trabajo de los actores se ve muy disminuido, visualmente hablando. No es gratuito que los grandes creadores escénicos de la época posdramática sean pintores, artistas plásticos (de verdad) o grandes admiradores de la pintura. 

3.-El diseño de iluminación es básico, escueto y hasta diría temeroso, lo que hace sentir que es insuficiente e incluso descuidado para todo el equipo con que cuenta el foro y lo arrojado que intenta ser la propuesta. El diseño sonoro juega bien con ese monótono sonido de mar que al perderse en la percepción auditiva nos adentra en un estado anímico de asimilación; y los temas utilizados cumplen con su función y me parecen adecuados a secas.

4.- El decorado, porque en este caso sí se puede hablar en estos términos, sobre todo estando tan cerca, se nota pobre, como pintado con esas acuarelas que venden en la papelería de la esquina. Y hay errores primarios, como que la escalera salga con descuido, que se escuche cómo las migajas tiradas al mar caen a la madera o que la ánfora del Melville viejo no contengan líquido y el actor "tenga que hacer como que bebe".

5.- Tener pedigree, no es lo mismo que tener talento o tablas. Tener tablas no es lo mismo que tener talento. Tener talento no significa saber utilizarlo. Aun cuando se tenga talento y tablas es imposible sobreponerse cuando todo está en contra y asimismo es complicado sobreponerse a una figura como Luis de Tavira, especialmente cuando te significa algo. por qué digo esto, porque Pedro de Tavira Egurrola de actor sólo tiene los apellidos, como todos los de Tavira -algunos más y otros menos- tiene una presencia escénica débil, sin carisma, sin chiste como dicen en mi barrio. Como sucede en estos tiempos aciagos, lo sustenta el apellido y la mentada "intensidad", pues ahora se cree que alguien intenso es buen actor, que una desbocada intensidad hace un buen trabajo, el problema es que la intensidad de Pedro ni siquiera llega a eso. Además de todos sus vicios en el ejercicio técnico de su instrumento, se nota demasiado consciente de su "genialidad" y acá el problema también es que no es genial de ningún modo!!!, pero esto proviene de que está arropado, otra vez, por sus apellidos, por su pedigree. Aunque dicho sea de paso, no es tan tremendamente malo como su pariente José María de Tavira, pero ahí va. Por su parte Arturo Ríos hace un buen trabajo, aunque lo noté trastabillar con el texto y el bastón al menos en tres ocasiones; aquí el problema es que su personaje, como carácter, es impostado, sobrado y muy elaborado en sus formas de hablar, de moverse, de expresar, vaya, pero esta es la naturaleza del carácter del personaje, así debe ser el Herman Melville viejo, sin embargo frente a la falta de contraparte que le dé réplica y equilibre el diálogo y la actitud actoral; y frente a los vicios de su compañero en escena, todo termina pareciendo imprevistamente impostado y es una lástima. Finalmente, aunque en el contexto de la obra los dos personajes (que son el mismo) tienen el mismo peso, se nota que la dirección se sustenta en "el de Tavira" que tiene en escena, -vaya a saber usted el por qué-, ocasionando que el trabajo de Arturo Ríos esté supeditado al de Pedro.

6.- Haciendo uso de un realismo mágico o de un planteamiento onírico a través de un estilo realista en la actuación, se presenta Melville en Mazatlán. Y aunque hay momentos interesantes y bellos establecidos desde la tridimensionaliad de la pluma del Doctor Quirarte, considero que hay mucho que se está desperdiciando y que el planteamiento escénico a pesar de sus "detalles modernos", es vieja. Como una mujer interesante de edad avanzada que en su intento por estar en "onda" (una vieja frase también), adopta cierto estilo juvenil que no le viene bien, en lugar de hacerse a lo que de sí es importante.


martes, 14 de abril de 2015

CRÓNICA DE UNA CONVIVENCIA ANUNCIADA

Hoy se realizó la conferencia de Jorge Dubatti en el Centro Cultural Universitario, organizada por Teatro UNAM a cargo del Mtro. Singer, ocasión que compartí con la querida Anna Fierling, cuyo conocimiento en filosofía me intimida un poco, pero como es muy paciente, pudo soportar mis ignorancias. Fue un bonito día con una charla muy amena antes de la conferencia que me sacó de mi clásico aislamiento sociópata de lunes y hasta nos dieron boletos gratis para el teatro; conocimos a personas interesantes, una de las cuales nos llevó a un rápido y bello recorrido por los años 50´s, que frente a un grupo de tontos -de los cuales nos reímos- que en la fila hablaban de "Entrevista con el vampiro" y pensaban cuál de sus preguntas idiotas harían al final, hicieron que anheláramos esas épocas que no fueron doradas pero donde todo parecía menos líquido.

Pues bien, la charla de Dubatti giró en torno, prácticamente, a lo que se refiere en el video que de nuevo posteo. Esto para generar un Aula de espectadores promovida por Teatro UNAM como una actividad cultural para los amantes del teatro con ojo experimentado pero también para dotar de herramientas a aquellos que están interesados en las artes escénicas y que luego no saben desde dónde agarrar los espectáculos en esta pluralidad de poéticas personales. Propio de las chambonadas mexicanas, esta propuesta que es legitima, interesante y con mucho potencial, no tardará en tener éxito y por ende, en ser acaparada por los snobs, adoradores del lucimiento personal: "¡¡¡¡Es Dubatti!!!!". No soy malinchista ni pesimista ni arenoso, pero todos sabemos que la comunidad universitaria responde a las modas, los renombres y lo popular antes que a lo que podría ser significativo para el crecimiento personal en torno a las necesidades de una comunidad (prueba de ello es que esa misma comunidad teatrera no sólo ignora sino desprecia las producciones independientes, los discursos y las poéticas de sus egresados, las que valen la pena, claro).

Respecto a esto, recordé que hace ya varios meses Vera Milarka​ organizó un taller de crítica teatral llamado "Los significantes de la puesta en escena", con una dinámica por demás interesante que nos dotó, a quienes asistimos con seriedad, de herramientas técnicas y discursivas que siguen y presiento que seguirán siendo significativas, sobre todo por la información tan reciente acerca de las nuevas tendencias de las artes escénicas y por la perspectiva de romper con lo prejuicios estéticos y darse a la tarea, como buen espectador, de involucrarse en el acontecimiento, ya sea teatro clásico, tradicional, performance o cualesquiera. En ese taller, antes de involucrarse en la crítica teatral como tal, reflexionamos acerca de nuestra posición como espectadores que espectan (que podría parecer un pleonasmo pero no lo es) y eso nos condujo a organizar nuestros pensamientos críticos de manera lógica, sustentada y sobre todo creativa, sin romper con las normas propias del género. También me recordó los textos de la Mtra. Paloma López Medina Ávalos y su recorrido por el laberinto estético del teatro mexicano, especialmente su tésis de Doctorado y el artículo "Elena Garro y Juan Soriano: la búsqueda poética del quehacer teatral” (en Investigación Teatral no. 8, julio- diciembre 2005.); y finalmente a la Mtra. Cecilia Farías Calderón y su investigación acerca de la meta-teatralidad.
En la charla de hoy, una tonta preguntaba si resultaría bien el "Aula de espectadores" porque -según ella- en México no se había hecho nada así; inmediatamente se le dieron varios ejemplos de propuestas parecidas y eso me dejó pensando en los tres ejemplos que antes he mencionado de estas  Mujeres de teatro (que tengo el gusto de conocer en persona) y en el trabajo que han venido realizando desde siempre (y aquí pueden entrar todos aquellas personas que conozco y que día a día se mueren en la raya realizando su trabajo artístico o intelectual sin ningún tipo de reconocimiento y a pesar de las dificultades personales, emotivas, propias del trabajo, económicas, etc., pero hoy me delimito al asunto tratado).

Hasta aquí mi crónica/reflexión sobre este día. Concluyo que si bien las virtudes de la propuesta y los planteamientos de Dubatti son innegables, no hay intelectual ni herramientas del saber que pueda enseñar a apreciar el valor de un espectáculo, artistas o persona, si antes no nos liberamos de la mezquindad de la apariencia y de las actitudes convenencieras y/o de mero lucimiento personal.
Buenas noches amigos y enemigos.

https://youtu.be/UQfwvdLvZlQ