EL CONTEXTO O MIS FRUSTRACIONES PERSONALES
Luego
de asistir a la charla de Jorge Duibatti, obtuve un pase de cortesía para ver
Melville en Mazatlán del Doctor Vicente Quirarte. Aunque echar abajo nuestros
prejuicios es uno de los propósitos del Aula de Espectadores propuesta por
Dubatti, como soy un necio insufrible siempre voy tratando de saber lo
menos posible sobre el espectáculo y con mis prejuicios como armadura, pero
siempre dispuesto a rendirme frente a la propuesta, claro, si logra
desarmarme.
Pues
bien, la primera sorpresa fue encontrar en el Centro Cultural
Universitario una feria del libro muy tirada al lado intelectual pero del tipo
que se realizan en el WTC; quiero decir que como la cultura no vende la idea es "divertir al target" de público específico al que últimamente le cedieron ese
espacio. Y yo me niego a hacer "divertidas" las expresiones
culturales, artísticas o religiosas para que una serie de esnobs o tontos
simplones las descubran o soporten. Claro que se pueden y deben buscar
mecanismos para que su inserción sea interesante y atractiva, pero la idea
contemporánea de "diversión" tiene qué ver más con las pizzas que con
lo que tiene qué decir un Galeano (de moda por su fallecimiento) o un Borges.
La
segunda sorpresa fue ver en la fila al maestro Luis de Tavira, muy educado y
ecuánime como es, sin pretender que le dieran un trato especial ni haciendo
"gala" de su posición en el teatro nacional, incluso diría que
bastante discreto frente a un público que parecía desconocerlo porque no vi
ninguna actitud o comentario de "¡mira quien está allí!", lo que me
hace suponer que a) no sabían quien era; b) sabían quien era pero frente a la
actitud contemporánea de los intelectuales y los aspirantes a intelectuales,
que esté allí él o Castellucci no "debe" tener ninguna importancia;
o, c) todos allí, excepto yo y algún que otro despistado, formaban parte de la
misma clase socio-intelectual y como recurrentemente se encuentran en eventos y
presentaciones pues ya no es digno de comentarse. Claro, hablo como dije antes
desde mis prejuicios. Todo tiene una explicación y la presencia del maestro
Luis de Tavira tenía qué ver con que Pedro de Tavira Egurrola actúa en la obra.
La
tercera sorpresa fue que le gané el lugar al maestro; como
llegué temprano tuve una buena posición para entrar y elegir lugar y dada la
disposición escénica de la propuesta, el mejor sitio era el vértice del ángulo
recto que formaban las dos líneas de sillas dispuestas par los espectadores. Y
me atrevo a decir que le gané el lugar porque al llegar me vio con mirada
"ese era mi sitio, el que nadie elegiría" y luego no tuvo otra que
sentarse detrás mío; no es relevante, pero me pareció curioso.
ACERCA DE LA OBRA
Bajo la dirección de Eduardo Ruiz Saviñón se presenta el encuentro entre
un viejo escritor Herman Melville (1819-1891) y una versión joven de sí
mismo. A través del dialogo se confrontan sus sueños y
anhelos, sus fracasos y frustraciones; y se establece lo "simbólicamente
verdadero" en un tiempo sin tiempo en que se gesta Moby Dick y Billy Bud,
principio y fin del sufrimiento de un genio.
1.- Con los autores clásicos, generalmente pasa que la propuesta
escénica no está a nivel de lo que el texto expresa y al mismo tiempo, el
texto, ese cúmulo de referencialidades muy devaluado en esta época, logra
sostener la obra en el sentido de que su potencia y trascendencia es
suficiente, no para darle valor a lo escénico (lo que está mal hecho está mal
hecho) pero sí para transmitirle algo significativo al público. Tal es el poder
de la palabra. Y en Melville en Mazatlán sucede algo similar, pues el texto del
Doctor Vicente Quirarte tiene la calidad y significatividad como para
sobreponerse a una deficiente actuación y propuesta escénica. Vicente Quirarte
maneja con maestría su oficio y aunque nunca ha sido un "niño malo",
si vivió y se relacionó con muchos, empezando por su padre y Rubén Bonifaz
Nuño, su padre adoptivo; por ello, por su capacidad de asimilar, de
interrelacionar esto con sus reflexiones propias y transmitirlo a través de las
letras, es que puede, partiendo de la imagen del encuentro de los dos Borges,
ofrecer un texto interesante y original lleno de bellas metáforas, de símbolos,
referencias e ideas importantes sin traicionar el contexto histórico y los
aspectos personales de un personaje con quien, es obvio, se identifica. Es así
que el texto sostiene la casi hora y media de la obra que de otra forma,
presiento, sería inaguantable. No es gratuito que los grandes dramaturgos de la
época posdramática hagan tanto énfasis al TEXTO, como inicio de una concepción
escénica.
2.- La
disposición del escenario en escuadra emula un muelle con una banca en algún
lugar de NY; detrás un gran ciclorama donde se proyectan imágenes del mar y sus
motivos y que también sirve para exteriorizar a través de colores y juegos
lumínicos el estado emotivo de los personajes. No que quiera hacerla de
director, pero lo que es obvio es innegable. Me parece que en la desesperación
por ser modernos y cumplir con los cuasi fascistas lineamientos de los
"pensadores" teatrales acerca de romper con las formas y buscarle "tres pies al gato" y "mangas al chaleco", se pierden conceptos tan básicos como el
de la acción, la resignificación, el decorado (la atmósfera) y especialmente la
perspectiva, la proporción y la isóptica, que en una producción independiente
es comprensible aunque no aceptable, pero en una producción más que bien
financiada por Teatro UNAM, es preocupante. La disposición en escuadra se nota
forzada y no le aporta anda al espectáculo, especialmente cuando el anclaje del diseño se encuentra en la banca que claramente marca un frente distinto a los
dos frentes propuestos por el diseño escenográfico. Los espectadores de los
costados se perderán mucho, cosa que no es intencional cuando tienes un
ciclorama en paralelo con la banca, de tal forma que al tratar de romper con la
perspectiva que supone una "cuarta pared" terminan poniendo otras
dos. Siendo así, Melville en Mazatlán es una propuesta que según la disposición
realizada en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, debe verse hacia abajo y no lo
digo como metáfora sino por lo antes mencionado; en primera porque es
inevitable que entre, dentro del campo de visión, el basto equipo de iluminación
del foro y esto rompe con la ficción o de menos, pelea todo el tiempo con la
atmósfera que se propone desde las proyecciones; además de que, entre una y
otra, el trabajo de los actores se ve muy disminuido, visualmente hablando. No
es gratuito que los grandes creadores escénicos de la época posdramática sean
pintores, artistas plásticos (de verdad) o grandes admiradores de la
pintura.
3.-El
diseño de iluminación es básico, escueto y hasta diría temeroso, lo que hace
sentir que es insuficiente e incluso descuidado para todo el equipo con que
cuenta el foro y lo arrojado que intenta ser la propuesta. El diseño sonoro juega bien con
ese monótono sonido de mar que al perderse en la percepción auditiva nos
adentra en un estado anímico de asimilación; y los temas utilizados cumplen con
su función y me parecen adecuados a secas.
4.- El
decorado, porque en este caso sí se puede hablar en estos términos, sobre todo
estando tan cerca, se nota pobre, como pintado con esas acuarelas que venden en
la papelería de la esquina. Y hay errores primarios, como que la escalera salga
con descuido, que se escuche cómo las migajas tiradas al mar caen a la madera o
que la ánfora del Melville viejo no contengan líquido y el actor "tenga
que hacer como que bebe".
5.-
Tener pedigree, no es lo mismo que tener talento o tablas. Tener tablas no es
lo mismo que tener talento. Tener talento no significa saber utilizarlo. Aun
cuando se tenga talento y tablas es imposible sobreponerse cuando todo está en
contra y asimismo es complicado sobreponerse a una figura como Luis de Tavira,
especialmente cuando te significa algo. por qué digo esto, porque Pedro de
Tavira Egurrola de actor sólo tiene los apellidos, como todos los de Tavira
-algunos más y otros menos- tiene una presencia escénica débil, sin carisma,
sin chiste como dicen en mi barrio. Como sucede en estos tiempos aciagos, lo
sustenta el apellido y la mentada "intensidad", pues ahora se cree
que alguien intenso es buen actor, que una desbocada intensidad hace un buen
trabajo, el problema es que la intensidad de Pedro ni siquiera llega a eso.
Además de todos sus vicios en el ejercicio técnico de su instrumento, se nota
demasiado consciente de su "genialidad" y acá el problema también es
que no es genial de ningún modo!!!, pero esto proviene de que está arropado,
otra vez, por sus apellidos, por su pedigree. Aunque dicho sea de paso, no es
tan tremendamente malo como su pariente José María de Tavira, pero ahí va. Por
su parte Arturo Ríos hace un buen trabajo, aunque lo noté trastabillar con el
texto y el bastón al menos en tres ocasiones; aquí el problema es que su personaje, como
carácter, es impostado, sobrado y muy elaborado en sus formas de hablar, de
moverse, de expresar, vaya, pero esta es la naturaleza del carácter del
personaje, así debe ser el Herman Melville viejo, sin embargo frente a la falta
de contraparte que le dé réplica y equilibre el diálogo y la actitud actoral; y frente a los vicios
de su compañero en escena, todo termina pareciendo imprevistamente impostado y
es una lástima. Finalmente, aunque en el contexto de la obra los dos
personajes (que son el mismo) tienen el mismo peso, se nota que la dirección se
sustenta en "el de Tavira" que tiene en escena, -vaya a saber usted el por qué-,
ocasionando que el trabajo de Arturo Ríos esté supeditado al de Pedro.
6.-
Haciendo uso de un realismo mágico o de un planteamiento onírico a través de un
estilo realista en la actuación, se presenta Melville en Mazatlán. Y aunque hay
momentos interesantes y bellos establecidos desde la tridimensionaliad de la pluma del Doctor Quirarte,
considero que hay mucho que se está desperdiciando y que el planteamiento
escénico a pesar de sus "detalles modernos", es vieja. Como una mujer
interesante de edad avanzada que en su intento por estar en "onda"
(una vieja frase también), adopta cierto estilo juvenil que no le viene bien,
en lugar de hacerse a lo que de sí es importante.