jueves, 18 de junio de 2015

DE CUANDO CONOCÍ A CLAUDIA MARINCLAN

 O Por qué pienso debemos apoyar Poison 8@m


Hace no mucho, yo era asistente personal del Mtro. Lech Hellwig-Górzynski y profesor adjunto en la Facultad de Filosofía y Letras, en la clase Laboratorio de Puesta en Escena, lo cual me agradaba porque tenía cerca las cabecitas locas de los estudiantes que para graduarse deben generar un espectáculo prácticamente de la nada (nótese que no hablo de montaje, ni puesta en escena, ni obra o por el estilo), esa nada donde se encuentra todo, incluso el enfrentamiento contra los demonios de la falta de talento. El proceso creativo como el financiero es un verdadero calvario, porque en México no importa quién eres o de donde provengas, si no sales en televisión no eres nada, si no tienes super cuates en las instituciones, cualesquiera que sean, no eres nada; si no tienes el apoyo incondicional de un artista reconocido (dígase convertirse en extensión del trabajo del artista reconocido) no eres nada; y si además de todo eres estudiante o has pasado tiempo alejado del "medio", de plano tienes pase directo a la frustración, el fracaso, el desaliento. La gente, incluso profesores hablaban con gusto y harto orgullo de que el hacedor de teatro en México es un "todologo" y siempre me pareció que era tanto como dignificar la pobreza: "aquí entre los pobres se sabe querer", reza la frase de la célebre película de Pedro Infante. "Aquí en el barrio es donde está la raza" y frases por el estilo que dignifican y justifican toda la pobreza y mezquindad del carácter del “mexinaco”. Si tan bueno es para qué salir de allí, para qué tanta queja. Quienes se van con el slogan no comprenden que esto forma parte del discurso oficial del Estado al que tanto atacan, especialmente de las instituciones dedicadas a la cultura que ciñen su mirada al mercado, a lo redituable, al amigo con quien comparten CLASE. Digo, hasta el paladar se refina.


Este vicio ideológico se extiende y lo permea todo y el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM no es, obviamente, la excepción; los alumnos, ávidos de ganas y reconocimiento, casi siempre pasan de largo lo significativo para hacerse hacia los escaparates de los profesores en activo que los llevan hacia sus formas de hacer y todos aquellos chicos que no pueden leer un clásico sin tropezarse o que no conocen las formas más básicas de la actuación, se lazan hacia los espacios liminales como los niños que caen al abismo en El guardián entre el Centeno, sin entender que cuando no se trata de pose, los espacios liminales como la tan sagrada -y de mi parte mentada-, Escena expandida, son un continuo espacio de reconstrucción de las percepciones personales a las cuales se accede a través de años reflexión y de sudar sangre.

Pues bien, mi jefe y amigo se murió un 9 de mayo.

Y como última broma, me dejó a cargo de las funciones del grupo de Laboratorio, pero no sólo eso, también me dejó al frente de varias actividades entre ellas dos conferencias. Y cuando digo esto, me refiero a que él sabía que nadie iba a hacerse cargo de ello, de sus cosas en la universidad y que yo no tenía el carácter para desligarme impunemente. No me quejo, era mi trabajo y hasta entre los hijos hay un consentido y otro en el que se confía.

Decidido a cumplir mi tarea llevé a cabo las dos conferencias. Debe entenderse que por lo mencionado antes “yo no era nadie” y aunque recibí buena y bastante ayuda, por lo general las personas, profesores y administrativos incluidos, me miraban -y siguen haciéndolo- de soslayo. El Coordinador que siempre ha sido amable conmigo me ofreció todo su ausente apoyo. Otra vez, no me quejo, para las administraciones estás de su lado o en su contra, es natural y aunque yo no he estado de ningún lado nunca resulta comprensible que cause suspicacias.

Si hablamos asistentes, no tuvimos éxito. Si hablamos de relaciones significativas, las conferencias tuvieron un rotundo éxito, puede conocer personas interesantes. Mi amiga Yolo me dijo que asistiría y lo hizo llevando a una chica que ponía especial atención en lo que se exponía y que en la ronda de comentarios se mostró muy activa. Debo confesar que su interés en el tema me pareció sospechoso. Esa chica era Claudia Marinclan y como sucede con las buenas amistades, bastaron un par de comentarios jocosos y dos o tres rápidos intercambios de opiniones para entender que si bien nuestras opiniones diferían, nuestras percepciones artísticas no tanto, o algo así.

Días después nos vimos los tres para asistir a la Cineteca luego de mi berrinche para no ver un teatro de cabaret y entonces tuve la oportunidad de conversar con ella ampliamente. Nos reímos, nos peleamos, nos seguimos peleando y nos enredamos en una conversación de esas que se tienen en la nueva Cineteca: muy intelectuales pero igual de desechables que un pañal sucio. Descubrimos que vivíamos por el mismo rumbo y el camino de regreso a casa nos dio tiempo para seguir platicando, esta vez ya más en serio. Me comentó de su proyecto con mucha emoción pero sobre todo con esa angustia lacerante que los artistas de oficio –no de profesión-, le tienen a su trabajo; me pareció interesante a pesar de que no entendí muy bien de qué iba. No despedimos y me quedé pensando en su personalidad, aunque al principio me pareció algo desquiciada encontré a una buena persona con propuestas interesantes sobre la materia creativa.


Pasó el tiempo y se materializó su Poison 8@m. Me llega entonces la invitación a colaborar a través de fondeadora y entonces sí que salen mis malos pensamientos sobre esta red de la que siempre he desconfiado. Entro a su sitio y pienso lo siguiente:

Hay un montón de proyectos en fondeadora que no valen la pena. Gente que no quiere poner a trabajar su imaginación y busca, como el millonario limosnero, hacerse de dinero a cambio de nada. Hay otros que están allí y no lo necesitan, pero como son mediáticos (dígase, salen en la televisión), de inmediato llegan a sus metas. Y a la par, hay un montón de intelectuales de izquierda bastante reconocidos que auspiciados por el gobierno llevan a cabo sus escenas expandidas. De entre toda la maraña de propuestas liminales o alternativas, hay trabajos de HACEDORES que hacen a pesar de todo y que necesitan sustento económico porque la propia naturaleza del proyecto nos los hace rentables para la ideología oficial o de moda o para el mercado saturado de pseudoartístas. Hay hacedores que hacen los trabajos y los días, trabajos que valdría la pena ver logrados porque se construyeron a sudor y sangre, a pesar de todos los pesares y que cuentan, de a de veras, con todas las características de que presumen los antes mencionados; y días a los que se podría llegar con una mínima ayuda, porque más se gasta en los aspiracionales “reventones” de fin de semana, en boletos para obras de teatro mediocres presentadas en foros y recintos de primera categoría con propuestas "amiguistas" (valga el término) que ofenden la inteligencia del público. Por todo lo que está alrededor, lo que significa y lo que esencialmente es el proyecto Poison 8@m, es que aquellos que nos sentimos identificados con el arte, ese arte sacado de las entrañas y que se va puliendo en el taller del intelecto, debiéramos apoyar a Claudia Marinclan​ y darnos un chapuzón en las profundas aguas de su creatividad.

A decir de su creadora: El proyecto consiste en la construcción de un montaje teatral de manera simultánea y complementaria en tres países: México, Chile y España. Se trata de un trabajo escénico transdisciplinar que aborda el concepto de “veneno” para indagar en diferentes atmósferas, geografías y culturas; ya que el elenco se encuentra dividido entre lugares de España y de México. Las integrantes del equipo usaran las herramientas tecnológicas como Skype, Facebook, Tumblr, Twitter, Hangout, entre otras para generar una reflexión escénica en torno a las relaciones humanas, la violencia, y la recuperación del poder de lo femenino.

Créditos del equipo:
Intérprete presencial: Daniela Flores.
Interpretes virtuales: Mery Sut,  Natalia Cament y Bernard Fontbute.
Atmósfera sonora y diseño de imagen: Sara Galan
Textos: Daimary Sánchez Moreno y Quirófano Escénico.
Gestion y producción: Emilia Bautista y Gabriela Cárdenas.
Apoyo en texto: Víctor Manuel Sanchis Amat.
Dirección: Claudia Marín Inclán.
Producción: Quirófano Escénico.