martes, 28 de marzo de 2017

SIR KO (la siguiente fase de la Escena expandida: el Ready-made)

Sir-ko es una tomadura de pelo, una fantochada, es una producción ególatra y pretenciosa a gran mediocre escala. Trejo Luna es un magnífico actor, pero su despliegue creativo debería concentrarlo en la actuación o, por lo menos, debería rodearse de profesionales honestos, creativos, y no de falsos profetas ni aduladores.
Sir-ko es un pueril experimento que abunda en premisas, estéticas y discursos ya desgastados o explorados a conciencia desde hace dos siglos, por lo menos. Es un montaje tan indolente, que el actor principal ni siquiera se toma la molestia de asistir a las funciones, ya que toda su participación está grabada de antemano. Lo que vemos en Sir-ko es una petulante intención de instalación, cuyo sustento es una filmación que se autosatisface en los referentes personales, en las confesiones, en una documentación privada llevada al campo de lo público a través de objetos personales tratados como objetos de culto, además de la exposición desmesurada de los gustos artísticos de sus realizadores, hasta el punto de sacarlos de contexto y robarse dichas referencias descaradamente, como hacen con Fellini y el final de Nostalgia de Tarkovski, que es el caso más desvergonzado. Estamos, pues, frente a una intentona de dispositivo fílmico-escénico que es en realidad un fraude de la escena expandida contemporánea en México, planteado sobre premisas y juegos de convenciones escénicas justificadas en ideologías comunitaristas, de autoayuda y de aspiración sociológica, muy a la moda; con un entramado visual y sonoro lleno de lugares comunes y frases tan grandilocuentes como vacías.
El pobre decorado circense, como la actriz que intenta sin propósito interactuar con y en él, así como las distintas “perspectivas nuevas” (según ellos) planteadas, incluso los chicos de la ENAT que participan en el montaje y que ni siquiera son merecedores de ser nombrados en el programa de mano, terminan por ser un torpe, gigante y costoso elefante blanco que traiciona el sentido presencial y convivial de un acontecimiento escénico.
El discurso, en su intento de visceralidad y reafirmación de la individualidad (que deberían realizar en una sesión psicológica y no en un escenario), precisamente por su carencia de dimensión y hondura, se hunde en un cinismo bárbaro, en un laberinto de autocomplacencia, de snobismo, de culto a un yo unidimensional onanista, donde los estudiantes de la ENAT que participan, son expuestos en escenas ridículas, no por tono sino por descuidadas y mal planteadas, con el único fin de comprobar una premisa maniquea, misma que esperan que el público acepte sin remilgos y sin cuestionamientos, explícita y servilmente, so pena de ser tachado de retrograda o ignorante.
En la página de Teatro UNAM se describe la obra como “lo impredecible en el escenario”; como “una invitación a descubrir la profundidad del teatro”; como un “perspectiva nueva al concepto de teatro”. Y por lo que se nota en el escenario, es posible que esa intransigente vanidad no está lejos de lo que los autores piensan de sí mismos, cuando lo único auténtico y novedoso en Sir-ko, es cómo siguen mamando del presupuesto asignado al teatro para no hacer teatro, sin morir en el intento.
Más allá de este mamotreto, hay por lo menos cuatro situaciones preocupantes en cuanto al estilo de esta producción: primero, que el público ávido de experiencias escénicas, de formar parte del acontecimiento y de pertenecer al séquito intelectual, lo aplaude todo, no hay perspectiva; segundo, que los autodenominados artistas creen que reconstruir, construir o resignificar, les otorga el permiso de apropiarse de la creación de otros para sustentar, injustificadamente, sus propias ideas llenas de planteamientos superficiales y sensibleros, de psicología de supermercado e ingenuas reflexiones estilo Hallmark; tercero, que si lo hicieran con sus recursos y en la intimidad de su círculo de amigos o en la privacidad de sus instalaciones, pues allá quien lo crea, sin embargo, este tipo de experimentos se hacen con recursos públicos y no me parece adecuado que Teatro UNAM siga financiando proyectos de búsqueda personal que no quieren hacer teatro o que son ejercicios de realización personal que a nadie más tendrían por qué importarnos; y, cuarto, que la crítica teatral en México, en su mayoría, es aduladora e ignorante, son críticos oportunistas que asisten al teatro con ideas preconcebidas y elitistas y que son incapaces de analizar una producción porque están dispuestos a aceptarlo todo, siempre y cuando ese “todo”, provenga de un discurso correctamente político enunciado por figuras con cierto estatus dentro del medio.
El teatro no es ideología, ni vertedero de preocupaciones individuales, el teatro es verdad y aborrece la mentira, la egolatría, lo aparente, lo innecesario; es una experiencia estética e interesante que conmueve, es decir, que mueve la emoción y el intelecto. El arte es, como dice A. Lesper, un producto de la inteligencia, el talento y la sensibilidad humana y por esto, Sir-ko no es teatro, no es cine, no es una instalación, no es arte; es, a lo mucho, un ejercicio de estilo, cuyo propósito de exorcismo o realización personal contiene una retórica frívola.

Sir Ko
Tramaturgia: Gerardo Trejoluna
Dirección general: Gerardo Trejoluna
Dirección escénica: Rubén Ortiz 

1 comentario:

  1. Acabo de encontrar este articulo y me parece muy interesante. Me gustaría saber quien lo escribe. Mi correo es gtrejoluna@hotmail.com me gustería seguir la retroalimentación.

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