martes, 8 de mayo de 2018

El Culto Del Teatro Culto


ANTONIO MEJÍA ORTIZ
antoniomourder@gmail.com

La crítica que no es complaciente ni cortesana y que no está comprometida por recomendación o afecto, se ha alejado del teatro “culto, profundo y con conciencia social” que tanto gusta a los foros y las instituciones de gobierno, así como al selecto grupo de pseudointelectuales “cultos, profundos y con conciencia social” que conforman el mentado medio teatral de la Ciudad de México. Esto, porque dicho medio se maneja, a través de escalafones y cuotas, al estilo de una gran oficina burocrática, con los mismos vicios y canongías. Allí, lo que importa es mantener una actitud servil por hipocresía o idolatría que, tarde o temprano, será recompensada con una puesta en escena, una publicación, una beca o un premio, siempre y cuando se hayan hecho los méritos correspondientes que no tienen que ver con la calidad de la obra o el proyecto sino con la especulación del mercado y la moda, con la recomendación o el afecto, para decirlo suavemente.

De esto deriva que el teatro “culto” suceda en pequeñas esferas cuya comunicación con el público real está cancelada. En estos espacios, se vuelve más importante toda la retórica que circunda una creación escénica y se deja de percibir aquello que puede leerse en el texto o sobre la escena. El teatro pasa entonces de ser “culto” a convertirse en un culto: panfletario, déspota, donde abundan obras sensibleras que exponen las afecciones personales de quienes, encerrados en una esfera pequeño burguesa, las producen y las montan. Este teatro ha dejado de lado la intuición, la emoción y el conocimiento; no es ya una reflexión interesante, crítica o de menos entretenida acerca del mundo de la vida que transmita el alma y el espíritu de sus contemporáneos. Sin embargo, si el público no asiste al teatro es por culpa de todo, especialmente del espectador, excepto de quienes tienen secuestrados los espacios de exposición y los reparten, en su mayoría, en círculos sociales específicos, perpetuando y actualizando los viejos vicios del medio teatral. Lo que ofrecen son obras inacabadas, deficientes, con estéticas anacrónicas, repetitivas, aburridas y estúpidas, con un falso, superficial y comercial contenido de conciencia social que termina por soslayarse en el dolor de las víctimas y lucrar con la desgracia de un sector al que, en realidad, no atienden.

El teatro “culto” es profundamente endogámico, hiper explicado-publicitado-protegido, que se realiza para un pequeño sector que, por recomendación o afecto, por servilismo, idolatría o ignorancia, aplaudirán y celebrarán todo aquello que se arroje como creación escénica. En esta dinámica el camino al éxito (ser montado, publicado, premiado, elegido…) está adoquinado de mediocridad e implica ceder autonomía, dignidad, inteligencia.

No es casual que la crítica teatral esté casi desaparecida cuando todo se trata de halagos, cuando la mayoría de quienes ganan premios y becas o son elegidos o beneficiados (que producen obras a destajo, todas de total intrascendencia) han cumplido con su cuota en el gran escalafón propuesto por quienes dominan los espacios y soportes de exposición; mismos que, utilizando un discurso políticamente correcto, supuestamente critican un sistema y un estado corrupto de las cosas que los protege, al que pertenecen y del que se alimentan por servilismo u oportunismo.

El público se aleja de los foros que ofrecen teatro “culto” y se acercan al teatro “comercial”, porque, irónicamente, les ofrece algo que se supone no tiene: verdad, calidad, honestidad, RESPETO hacia el espectador. Más allá de los estilos, las escuelas o tendencias, el teatro “culto” ha dejado de ser una manifestación del coraje, esfuerzo y creatividad del creador para elevar el nivel cultural de su pueblo. Mientras que la mediocridad, la recomendación por especulación o afecto, el servilismo, la idolatría y la ignorancia están siendo recompensadas, la sensibilidad, la responsabilidad y la conciencia sobre la situación en el mundo contemporáneo, así como la honradez, se ha convertido en un auto-sacrificio que será castigado. En una realidad así, la crítica real y la belleza del teatro están condenadas. A pesar de todo, existen artistas, proyectos y voces que, contra viento y marea, se manifiestan creativamente, con emoción, dignidad e inteligencia.