LA NOCHE JUSTO ANTES DE LOS BOSQUES
De
Bernard-Marie Koltès
Dramaturgia: Bernard-Marie Koltès.
Dirección: Zaide Silvia Gutiérrez.
Elenco: Abraham Vallejo.
Dirección: Zaide Silvia Gutiérrez.
Elenco: Abraham Vallejo.
Traducción: Atanasio Cadena.
Adaptación: Zaide Silvia Gutiérrez y
Abraham
Vallejo
Diseño de escenografía,
iluminación y vestuario: Patricia Gutiérrez Arriaga.
Diseño sonoro: Richard Mcdowell.
Producción: Miguel Del Castillo y
Abraham Vallejo
Por: Antonio Mejía Ortiz
El espectáculo creado por el equipo de
Zaide Silvia Gutiérrez, nos muestra el fatal tránsito por la existencia de un
personaje que “no queremos ver”, aún
cuando nos encontremos con ello a diario. Un joven lumpen a través de su propia
percepción de las circunstancias, determinado por su patología y a veces desde
su condición marginal, inscrito en un medio creado para violentar la identidad
individual de la sociedad, nos enfrenta con esa realidad que impera en las
grandes urbes, al interior de los barrios pobres que bien pueden estar en
Londres, New York o la misma Ciudad de México.
Obligado a definirse en un sistema
diseñado para explotar y alienar al hombre, prefiere arrojarse a la paradoja de
la que habla la directora del espectáculo: “anularse
para definirse”; aunque esto reduzca su humanidad a la condición de un
desterrado, de un loco que teniendo, aunque trastocada, la verdad en su boca,
ha cometido el peor pecado: intentar Ser; y que por lo mismo, escupido en la
boca por el determinismo histórico que hace las veces del Dios absoluto, no podrá
entenderse más que como un “emigrado”,
como nombra Alain Resnais en su documental Noche
y niebla, a todos los enviados a campos de concentración, por el nazismo (y
la comparación no es gratuita).
Esta reflexión, que toca de soslayo
los aspectos brutales de la vida y la muerte, es en realidad una declaración de
principios que surge del desesperado anonimato en que nos encontramos todos los
citadinos, obligados a ser extranjeros en nuestra propia individualidad, que a
su vez se desarrolla en un desierto existencial que lo desintegra todo,
prohibiéndonos la entrada a aquel vacío que significa desprendimiento y que,
por lo mismo, espera ser llenado por las necesidades propias de nuestra
voluntad, de la que hablaron tantos escritores y filósofos.
Abraham Vallejo supera las
complejidades propias del unipersonal; habita, crea y moldea el espacio
escénico, ayudado por una iluminación y un diseño sonoro que siendo precarios,
resultan eficaces. Se nota su preocupación y su trabajo en los aspectos técnicos
del oficio actoral, a pesar de llevar a cuestas algunos malos hábitos de la
formación universitaria, que persisten a través de las generaciones de
egresados del CLDyT, particularmente. Con todo, logra hacer aparecer en el
espacio la imagen escénica, gracias a una buena comprensión de las intenciones
y motivaciones ulteriores del carácter
que representa.
La escenificación cuenta con imágenes
poderosas y bellas, como el juego que hace Abraham con el vestuario, la llave
chorreando o los pulsos cardíacos que aparecen inesperadamente. Quizá su punto
débil se encuentra en el excesivo cuidado que la dirección tuvo para evitar
caer en regionalismos, situación que le dificultan al público una clara
contextualización de las circunstancias y asimismo, le impiden al actor
profundizar en los aspectos esenciales de las emociones del personaje. Esto
provoca una percepción incompleta que se traduce, en la lectura del espectador,
como ausencia, falta o insuficiencia en los matices y variaciones del ritmo,
que siendo vertiginoso de principio, tendría que explotar en un clímax de mayor
intensidad o llevarnos hacia un anticlímax devastador, que habría ido construyéndose
a lo largo del espectáculo.
La noche justo antes de los bosques es un espectáculo difícil de abordar, especialmente
por el público adiestrado para buscar mero entretenimiento; sin embargo,
considero que es una escenificación nada pretensiosa, honesta y con muchas
virtudes técnicas, artísticas y humanas que todo habitante de Ciudad debería
ver y pensar. Como todo trabajo digno, tiene posibilidades de perfeccionarse,
sin embargo, esto es un ejemplo del teatro que la sociedad mexicana, el gremio
artístico, los estudiantes, los hombres y mujeres de la Ciudad -por lo menos-, necesitan
presenciar: un teatro universal desde la individualidad de uno que expresa a
otro; que desde su mortalidad se abre camino a través de las “estrellas”, de
las complacencias y sensiblerías comerciales, de las pobres búsquedas
reduccionistas y la miserable aparente conciencia de los falsos vanguardistas
de la escena mexicana, que llenan las carteleras y los registros de los
patrocinios del Estado.