miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL ESTUDIO DRAMATÚRGICO

 

Ensayo sobre el prototipo de un nuevo género dramático
A partir de El Lado B De La Materia de Alberto Villarreal

 

Por: Antonio Mejía
antoniomejiao@hotmail.com


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 Estudio Dramatúrgico_Antonio Mejía 2020


Cuando Aristóteles escribió su Poética, analizó, reflexionó y aventuró hipótesis con base en la observación de lo que había de similar entre peculiaridades y la disparidad entre universalidades de un fenómeno escénico y, especialmente, dramatúrgico-argumentativo que ya se venía realizando desde tiempo atrás y que nadie, o por lo menos nadie tan atinadamente, había abordado con el objetivo de abrirlo para saber qué había allí adentro: cómo se configuraban esos elementos dispuestos sobre el escenario y cómo la mente del espectador se relacionaba con ellos desde el aparente caos de un hecho sensible y estético,

a través de la experiencia emocional y, consecuentemente, en el ejercicio de la razón y la conciencia, hecho que puede o no realizarse puesto que esta acción depende en gran medida de la voluntad del espectador para sobreponerse a sus experiencias, prejuicios o resistencias.

Así diseccionó el fenómeno dramático atribuyéndole estilos, géneros, dimensiones, unidad y diferenciándolo de otras disciplinas. La virtud de su Poética es la congruencia que existe entre el planteamiento de las ideas y su comprobación en la realidad. Creadores y espectadores confirmarían que lo percibido al nivel irracional de la experiencia individual, sumada a la experiencia en comunidad, podía replicarse no como una fórmula sino desde sus constantes y aún a través de las variables que implica la percepción íntima de cada ser humano. Es decir, se trataba del esfuerzo de la inteligencia para comprender un hecho artístico con el objetivo de encontrar lo que había de universal entre las particularidades y, asimismo, hallar las particularidades que le daban dimensión a un acontecimiento que se presentía universal. Dicho acontecimiento, el que se refiere a la dinámica del drama sobre el espacio escénico, puede ser estudiado desde diversas perspectivas o corrientes de pensamiento, pero de acuerdo a la observación aristotélica está delimitado por tres unidades: acción, tiempo y tono. Y su finalidad es la de profundizar en la relación del ser humano con su existir en la realidad, a partir de las manifestaciones de su carácter.

Se sucedieron muchos estilos y tendencias, así como teóricos, estudiosos y artistas que, tomando como punto de partida lo observado por Aristóteles, robustecieron la percepción de aquello que acontecía en el espacio escénico; y siglos más tarde aparecerían dos creadores mexicanos que por su capacidad de abstracción harían un gran aporte al constructo de lo que podemos llamar Teoría Escénica. Por una parte, encontramos a la Maestra Luisa Josefina Hernández que, con su brillante capacidad de entendimiento y síntesis, proporcionó un acercamiento más preciso a los conceptos postulados por Aristóteles en su Poética, rompiendo así la rigidez a la que se les había confinado y dándoles una perspectiva que la conduciría a elaborar una teoría del drama que al observar la aparición de la burguesía, sus particularidades morales y como fenómeno histórico, daría pie al estudio de un fenómeno escénico, dramático, teatral, del que devendría el descubrimiento como concepto de un nuevo género: La Pieza. El estudio de ésta se sustentaría en una lectura distinta de la Poética de Aristóteles, una lectura meticulosa de la teoría de E. Bentley desde las tempranas reflexiones de Usigli acerca de la “Tragedia moderna” y, finalmente, en la extraordinaria capacidad de abstracción y síntesis, en lo que se refiere a las acciones humanas y sus inevitables consecuencias, propia de la Maestra Luisa Josefina Hernández según comentan quienes la conocieron y de acuerdo a lo que se puede leer en sus memorias.

Tiempo después, por otra parte, encontramos la poética escénica de Alberto Villarreal, misma que ha dado pie a esta reflexión. Él, desde mi perspectiva, dando los primeros grandes pasos hacia una nueva forma de concebir un acontecimiento escénico, al menos en México, ha concluido sobre el escenario su “Teoría del ensayo” como una nueva y actualizada forma teatral del género didáctico. Precisamente la hipótesis del presente planteamiento se refiere a que, así como Luisa Josefina Hernández estudio, analizó y sintetizó las leyes generales de la Tragedia Moderna de Usigli para nombrar “Pieza” a un nuevo género teatral que ya contaba con un mecanismo y leyes de una dinámica propia, así Alberto Villarreal con su concepción escénica del “Ensayo” habría llegado a una modificación y actualización conceptual-estilística del género Didáctico como un acontecimiento sobre el espacio escénico que, utilizando los recursos y herramientas del lenguaje teatral, como la ficción, hace un planteamiento dialéctico de tipo brechtiano que convierte el Ensayo Literario en un Estudio escénico.

El Mtro. Martínez Monroy en una de sus charlas señala que: “dice Montesquieu, el creador del ensayo moderno: los diálogos de Platón son una forma ensayística, dialéctica, abierta, desnuda; el ensayo de Montaigne como él lo plantea es una discusión de puntos de vista ¿Con quién está discutiendo Montaigne? Con los autores que le gustan. Como él no tenía acceso a los autores que le gustaban, pues los leía y luego se ponía a escribir en una discusión con ellos. Eso es lo que implica un ensayo. Cuando uno está escribiendo un ensayo, uno está manteniendo un diálogo con los otros autores. Lo cual, si bien es suficiente para entablar comunicación y diálogo, no lo es para generar un impacto intelectual-emotivo que resulte significativo como podría ser -y de hecho lo es para miles de jóvenes en el planeta-, el estruendo de una guitarra. Las ideas que pueden alcanzar grandes alturas, o que por lo menos se encuentran en ese nivel del discurso, son difícilmente aprehensibles para el público o espectador en general, de allí la necesidad de conducirlas al espacio de la experiencia, pero en una forma ordenada y sistemática según el planteamiento o premisa del creador, y no es otra sino el teatro la disciplina por excelencia en que se puede observar la vida de forma ordenada. Resulta lógico y natural el paso del Ensayo como una intuición para la manifestación de lo humano, como pregunta cuya respuesta se deja que surja de otra parte, como la búsqueda de un límite o simplemente hablar de lo que ya está construido, al “Estudio” que se concentra en los siguientes postulados de los que habla Luis Mario Moncada en el prólogo al Libro “Siete años de ensayo”:

  • a)      Ensayar es vivir de forma que la propia vida se vuelva observable.
  • b)      el ensayo es uno de los pocos reductos donde se puede ejercer la individualidad como forma de arte.
  • c)      El ensayo adopta la forma del tema que se desea expresar.
  • d)      La filosofía no debe ser una referencia complementaria, sino la base misma del ensayo, donde ésta adquiere forma práctica y visual.
  • e)      El ensayo no existe sólo para repercutir en la futura puesta en escena; es otra forma de teatralidad.

Esto sintetiza, en mi opinión, una forma actualizada del género didáctico como planteamiento sobre el espacio escénico que, utilizando el lenguaje propio de la disciplina, genera la experiencia de un planteamiento teórico proveniente de un estudio dialéctico, filosófico, desde un tema específico abordado que llega a su realización en un “objeto escénico” como fue el caso de “El lado B de la Materia”; obra que no se ajusta a ningún canon contemporáneo porque es incluso más sofisticado que aquella generalización relativista que en muchas ocasiones nombra ”posdramático” a toda puesta en escena o dramaturgia que no logra alcanzar la realización en términos de estructura y/o verdad.

Acaso más concreta y vanguardista, el espectáculo que se levantó a partir del estudio de diferentes fuentes de información no sólo cumple los postulados anteriormente mencionados en los incisos, sino que va más allá, pero a diferencia de una corriente de pensamiento o de un planteamiento filosófico no decreta una verdad puesto que no es su intención, más bien, se trata de utilizar el lenguaje teatral para exponer una conclusión individual que surge de haber agotado el estudio de un tema universal. Sirviéndose de las herramientas propias del teatro como la metáfora, la parábola, la resignificación escénica, el “Estudio (escénico)” no elabora un muestrario ni una relación de hechos, no enumera o sólo expone evidencia o hace un tratamiento de los diferentes aspectos del carácter humano y su desarrollo en tal o cual circunstancia, como en el teatro clásico. Lo que se puede observar en “El Lado B de la materia” es un intento de politizar, pero no con la finalidad de moralizar o aleccionar, no se plantea una línea o corriente o modo de pensar la realidad, sino más bien es un estudio dialéctico que exhibe un aspecto de la realidad a partir de la observación de la vida en conjunción con un marco filosófico llevado a una forma visual-práctica; el estudio exhaustivo de un tema específico se sirve del lenguaje teatral y su particularidad convivial para intentar generar una catarsis cuyo impacto emotivo nos conduzca de la experiencia a la conciencia.

En este sentido, a diferencia de las formas convencionales, el teatro como Estudio sí se propone un acto de comunicación; será distinto de las formas convencionales del posdrama en que no propone, ni dispone o intenta retroalimentación alguna inmediata con el espectador. Como sucede en el caso del Ensayo literario o el postulado filosófico, como podría ser un texto de Jung, Nietszche o Camus, el tema se agota desde el ejercicio de análisis, reflexión y conciencia del creador. Sin embargo, en su forma práctica, en aquello que se expone desde la experiencia teatral, no se propone cerrar el tema por exclusión: no es un diálogo con el espectador sino con las ideas. Es particular en el sentido en que expone una conclusión individual, pero universal respecto al lugar desde donde se abordan las ideas. No se trata de pensamientos que uno tiene sobre la vida, ni de experiencias, no se trata de sólo sentir o reaccionar a los estímulos de la vida. Se trata de una reflexión ética, intelectual, artística, de una forma ensayística, dialéctica, abierta, desnuda, que plantea una discusión de puntos de vista con los autores, argumentos o premisas que se han elegido. Y, siendo más que un ensayo, tratándose de un Estudio cuyo fin es mayormente didáctico, se invita al espectador a la reflexión directa de tal suerte que pueda observar un aspecto de la vida a través de la experiencia de las ideas, pero con la distancia propia del ensayo literario. El trabajo a posteriori del espectador no será ya comprender lo que acaba de experimentar, o entrar en empatía o comunión con las experiencias de un-Uno que las cuenta o las adolece sobre la escena, ya sea que haga happening, narraturgia o performance; el trabajo del espectador será conectar la experiencia encriptada en la teatralidad propuesta con el cúmulo de ideas que se han ido planteando a lo largo de la puesta en escena. Aun sin recurrir a las formas tradicionales del drama o propiamente a los aspectos técnicos del género didáctico, es posible decir que siguen tratándose de teatro y no de otras formas escénicas, puesto que no intenta incidir directamente en la realidad material, histórica, cotidiana, ni intervenir la realidad social, sin embargo, sí utiliza el aspecto ritual, convivial, catártico, efímero, de aquello que puede suceder en el espacio escénico. A diferencia del Ensayo que por su naturaleza es un fracaso per se, como dice A. Villarreal, el Estudio implicaría la insistencia dramatúrgica-argumentativa de abordar dialécticamente un tema hasta agotarlo o, de ser el caso, hasta que una de sus vertientes nos haga profundizar en un aspecto específico llevándonos como creadores a nuestro propio límite. 

Según lo veo, esta es la manera de trabajar de los artistas de todas las disciplinas cuya obra consigue alcanzar el título de “Obra Maestra”. No podría aventurar ese término para referirme a “El lado B de la materia” de A. Villarreal, sin embargo, sí puedo decir que se trata del prototipo de una forma de teatralidad cuyas características son tan particulares como universales y que, sin embargo, su hechura por sí misma plantea un objeto que no tiene relación con nada más sino a partir de la actualización y sofisticación de ciertos recursos estilísticos que, frente a la realidad social, histórica, artística, se ven obligados a devenir en lo que, desde mi perspectiva, se trata de una nueva forma de teatralidad que he dado por llamar “Estudio”, y que tiene sus antecedentes en el teatro filosófico de Goethe[1], en el Teatro Épico de B. Brecht, en los aspectos técnicos del género didáctico y su relación con los elementos del Ensayo Literario. ¿Cuál es el objetivo de conceptualizar una observación individual acerca de un hecho escénico? Porque se trata de un fenómeno que nace por medio de la búsqueda, intensiva y constante, de una verdad personal que ya está modificando la realidad. Porque hablar de ello, nombrarlo, es el primer paso para desentrañarlo.

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Siete años de Ensayo. Teatro Sin Paredes. Villarreal, Alberto. 2011

Sesiones virtuales de Análisis Dramático. Martínez Monroy, Fernando. 2020

Alberto Villarreal: ensayo sobre una entrevista. Tierra Adentro. Conaculta. Fernanda del Monte. 2016



[1] Una forma prototípica del Estudio Dramatúrgico que planteo, puede verse en el Fausto de Tomaž Pandur; impecable y gran espectáculo, cuya perfección proviene, en mi opinión, de tratar la obra como un estudio dramatúrgico y no como filosofía o sólo drama. Es decir, lo que vemos en el escenario no es sólo una puesta en escena de Fausto, no es una versión de la obra de Goethe, no es una adaptación o lectura filosófica o simple apropiación; lo que vemos sobre el escenario es la conclusión del estudio del Director.


TODA BIBLIOTECA ES UN DISCURSO

DIFUSIÓN DE LA CULTURA A TRAVÉS DE LA BIBLIOTECA

Por Antonio Mejía Ortiz

Ortega y Gasset en su obra “La misión del Bibliotecario”, menciona que cada Biblioteca es un discurso. Este discurso está en relación a tres aspectos interconectados entre sí: 1.- el perfil de la comunidad; 2.- el perfil del acervo; 3.- el perfil de la Biblioteca como entidad.
De tal modo que la Biblioteca ejerce un proceso comunicativo de ida y vuelta para con el contexto histórico y social al que pertenece; y para con los individuos que lo hacen posible. Dicha comunicación se lleva a cabo en un sentido dialéctico, de reciprocidad y empatía. Por ello, sin importar quién detente el poder o cuál sea la ideología en boga, la Biblioteca y especialmente la Biblioteca en su carácter de “Pública”, es un puente hacia la cultura y el conocimiento. En este sentido, independiente a toda segregación, intransigencia o radicalismo, la Biblioteca tiende hacia el resguardo, proximidad y manifestación de la verdad. En la medida en que la Comunidad responde a la experiencia de la verdad, se acerca a la ciencia, el arte, el conocimiento, se acerca a la Belleza y la Sabiduría; así va definiendo el perfil de los acervos y retroalimentando a la Cultura, dejando atrás todo aquello que se sustenta en lo falso, lo parcial, lo injusto. De allí que en la Biblioteca no logren echar raíces las ideologías totalitarias, las doctrinas reaccionarias, las tiranías y, por el contrario, en algunos momentos de la historia de la humanidad, como está ampliamente documentado, sean éstas quienes se ven en necesidad de destruir por la fuerza aquello que en su cerrazón perciben como peligroso: la conciencia, la Comunidad, la Cultura.
La Biblioteca siendo un microcosmos que representa a la comunidad que le da identidad, no sólo resguarda el conocimiento sino que es memoria, meditación, abstracción que va más allá de las paredes del edificio y que permea en los hábitos y costumbres, aun cuando las políticas culturales, ideológicas o la sola ignorancia intenten reducirlas, minimizarlas, incluso prácticamente desahuciarlas. Siendo cada Biblioteca un discurso distinto y único, se trata de un mensaje que manifiesta una forma de sentir, percibir, pensar el mundo, pues no es lo mismo una Biblioteca y su respectiva comunidad en el contexto de Milpa Alta que en la Colonia Roma o en el Centro Histórico de la Ciudad de México. La biblioteca es un lugar donde cabe todo, pero no dice todo; teniendo un discurso propio, expresa algo específico. Y es aquí donde está la importancia del Bibliotecario como administrador de ese conocimiento, como profesional del manejo de la información, como cirujano que disecciona dicho discurso para satisfacer las necesidades de conocimiento de su comunidad, desde un amplio sentido universal hasta un íntimo sentido individual. 
A diferencia de internet en donde se supone que es posible encontrar toda la información, cualquier dato, en donde todo cabe (aparentemente), pero no hay un discurso si no es el de los algoritmos del buscador de las trasnacionales. A diferencia del internet como herramienta que te conduce y cuyo fin es inmediato, líquido, volátil, la Biblioteca como discurso dialéctico es un medio deductivo, no lineal, que implica la inmersión en sí mismo para así ubicarse en la realidad del mundo. 
El librero que tenemos en nuestra casa es el propio discurso que hace evidente nuestra percepción de la vida: los libros que contiene, su acomodo, el tipo de edición, el cómo conservamos dichos libros que, uno a uno, van construyendo una metáfora de uno mismo. En la realidad como en el arte, todo implica: la textura, la densidad, el tipo de papel y pasta, el tipo de encuadernación, la fuente y la disposición de la caja que resguarda el conocimiento, que pronto puede convertirse en un saber; la manera de exponer el contenido es algo irremplazable que, como todo lo que nos implica, dice algo de nuestras circunstancias, de nuestro andar, de nuestra personalidad y de ese “algo” que nos identifica. Podríamos decir que, así como nuestra Biblioteca en casa está diciendo e implicando algo de nosotros mismos, de nuestro entorno y de nuestra manera de vivir, asimismo, la Biblioteca es un gran libro que contiene otros libros, es un gran discurso que contiene muchos otros discursos, diversos y diferentes. El libro, su materialidad, modifica y es modificado por el lector. Como el librero de nuestra casa que contiene la multiplicidad de libros que, por una u otra causa, nos han interesado y hemos decidido conservar, la Biblioteca implica, modifica, incide en la comunidad que la contiene, desde su diseño arquitectónico y con su discurso. La Biblioteca espera ser modificada, para bien o para mal, en sus hábitos, en la tendencia de su contenido, en lo que puede ofrecer o demandar.

Ahora, ¿cuáles son las posibilidades de incidir en la realidad social de una comunidad, por parte de la Biblioteca? Todas. La realidad social, en un sentido íntimo, interior, sigue insatisfecha. Las posibilidades siguen siendo las mismas y siguen irrealizadas; sin embargo, en cuanto a las herramientas o valores o sentidos para aprehender lo universal y así desenmarañar el ser individual, se han transformado.
La Biblioteca como espacio arcaico y anacrónico que únicamente se dedica a resguardar el conocimiento, como una bodega de libros que quién sabe que contiene, ha sido obligada a reconstituirse, actualizarse; asimismo, ha sido necesario superar la idea romántica, quizá hasta un tanto egoísta o codiciosa como todo lo romántico, que tenía Borges acerca de la biblioteca como la promesa de un universo infinito e interminable que representa el gran orden en el que la soledad del ínfimo ser humano se alegra con esa elegante esperanza de una totalidad, un absoluto tan alto como inasible, como negada a la relación con las mujeres y los hombres que andamos por sobre las ilusiones de la tierra.
En esa reconstitución, la Biblioteca encontró su personalidad multifacética como discurso de discursos y supo, entonces, que los puentes que había tendido no sólo iban de ida sino también de vuelta; que la relación dialéctica, de reciprocidad y comunión, no se trataba única ni exclusivamente de conocimientos sino también de personas que al sintetizar información, conocimientos, cultura, eran a su vez un discurso que entra en comunicación con otros discursos que podían concentrarse en La Biblioteca como potencializadora ya no es un lugar cerrado, incomunicado y rígido, sino un espacio abierto, siempre emergente: lo mismo salón de conferencias, sala de estudio o taller; lo mismo un foro, que tribuna o estrado; lo mismo galería que escenario o auditorio, etc. 
La Biblioteca potencializa la interrelación entre el espacio físico arquitectónico y el universo de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época. La Biblioteca, puestas en marcha en su sentido de discurso performativo, como acción que se realiza en el presente, termina, a la postre, por cimentar ese constructo que podemos llamar “Cultura”.


*LA BIBLIOTECA DE BABEL -- Jorge Luis Borges: https://www.youtube.com/watch?v=J8fBD2N-cvQ