miércoles, 7 de mayo de 2014

EL POLVO de Jimena Martínez Vázquez

Por: A. M. O.


A través de la subjetividad de una joven El polvo recoge testimonios de distintas naturalezas acerca de lo ocurrido en la Ciudad de México durante el temblor de 1985, suceso grabado en la memoria colectiva de los citadinos nacidos antes de los años noventa por sus trágicas consecuencias. La voz protagonista parte de una mirada honesta y hace una reflexión desde las particularidades de su carácter, se acerca a los datos duros y se permite ir hacia la emotividad de las memorias recolectadas. La obra propone un juego escénico sustentado en la convención de una narratividad auténtica -su mayor virtud-, que busca relacionarse con el público de forma directa y crear consciencia histórica, reconocimiento del carácter regional cuyo alcance supera los sesgos generacionales. Aun cuando requiere de contundencia Jimena Martínez logra conducirnos de buena manera a través de su voz personal. Si en una obra tradicional presenciamos durante una hora el desarrollo de algún aspecto del carácter de un personaje, obras como ésta nos sitúa frente a una constelación de momentos y presencias en donde el desarrollo dramático está comprimido en los dos o tres minutos que dura cada estar escénico.

Dicho lo anterior, encontramos que la directora Wendolyne Hernández, sobre un escenario desnudo y con una iluminación demasiado tímida, recorre la multiplicidad de espacios, tiempos y circunstancias sirviéndose principalmente de grandes ladrillos de legos y la expresión plástica del cuerpo de las actrices. Dada la naturaleza del texto, se comprende la tendencia hacia la escases de elementos para concentrar el peso en el aspecto narrativo, sin embargo, aún queda la sensación de un trabajo en proceso. Las actrices alcanzan a construir la escena gracias a su entrega pero es necesario llevar los juegos escénicos a su máxima expresividad para resignificar con mayor eficacia los objetos, la palabra, el cuerpo y en general el espacio escénico todo; deben permitir que suceda la verdad escénica de los elementos propuestos por la dirección.


El planteamiento de El polvo no es descabellado, incongruente ni torpe, logra la nada fácil tarea de que el espectador conecte con las ejecutantes y es de agradecerse la reflexión acerca de un hecho que parece superado, arriesgándose a exigir las capacidades creativas individuales a través de un texto fresco y nostálgico. El proyecto dirigido por Wendolyne Hernández requiere continuar su proceso creativo ya que la creatividad artística es más una incansable búsqueda que un resultado y únicamente en esa búsqueda El Polvo podrá adquirir su naturaleza de materia fina capaz de causar efectos sobre las propiedades y el comportamiento de la atmósfera perceptiva del espectador.

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