miércoles, 12 de agosto de 2015

MI ÚNICA CLASE CON EL MAESTRO JOSÉ LUIS IBÁÑEZ


Cuando conocí al Maestro José Luis Ibáñez estaba en segundo semestre de la carrera en Literatura Dramática y Teatro. Interrumpí su clase porque tenía la presentación de un avance en Dirección II. 

-Dígame joven, ¿qué desea usted?, ¿por qué cree que tiene derecho a interrumpir mi clase?- Me cuestionó educadamente.

-Quiero ver si puedo entrar y utilizar quince minutos de su clase para montar porque...-

-Disculpe, y esto es de lo que hablaba jóvenes- refiriéndose a sus alumnos - acerca del cuidado que requiere expresarse correctamente, con precisión y claridad. Ahora usted, párese allí enfrente y explíquenos qué desea- me dijo, con amabilidad y hasta con ternura, seguramente por mi torpe intento de rebelarme ante las formas. Yo empece de nuevo únicamente para que, de nuevo, me detuviera. Los quince minutos que pedía terminé utilizándolos para expresar mi deseo correctamente. 

Cinco minutos más fueron necesarios para que, esta vez con justa severidad, me comentara que hay formas y modos de pedir las cosas y estructuras en las instituciones que se deben agotar antes de convertirse en un arribista. Finalmente concluyó su clase y me respondió que no podía acceder a lo que yo pedía. Desconcertado, me quedé en una butaca mientras todos salían y entonces se me acercó para pedirme disculpas por haberme utilizado como conejillo de indias, me dijo que no era personal, que así como un director debe hacer lo que yo había hecho, un profesor también debía hacer lo que él hizo; que lo entendería luego y que rápido me sobrepusiera porque el equipo de trabajo estaba esperando indicaciones mías. El Maestro se fue. 

Ese día montamos y presentamos sin retraso. Tiempo después entendí la importancia que tiene en el teatro la conciencia sobre la precisión, la claridad y el correcto uso de las herramientas de expresión, aunque a veces me siga sintiendo como en esos veinte minutos de clase con el Maestro José Luis Ibáñez. Ahora visito esta Cátedra y me parece magnífica su idea de que primero hay que aprender a leer y después aprender a hablar, antes de siquiera pensar en subirse a la escena.


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