ELLE es un gran ejemplo
de cómo se actualiza un arquetipo en el arte. Es un filme muy interesante que tiene
dos planteamientos: la anécdota superficial de una víctima de sus errores de
carácter: intensa, bien contada, asimilable para todo el público; y, la trama
subterránea, de la femme fatale, de la bruja que se convertirá en diosa, que es
donde se encuentra el tema: arquetípico, poderoso, realizado con exactitud; que
se percibe en ciertos detalles a lo largo de la anécdota superficial y que,
definitivamente, no será del todo asimilable para el público en general. Hay
dos tipos de mujer empoderada: las que buscan el poder de los hombres y las que
buscan ser el poder al que aspiran los hombres; la protagonista de esta
película pertenece a la segunda categoría. No se trata de una mujer que quiere
vivir, experimentar la pasión y hallar su deseo, sino que ella es deseo, es la
representación de la pasión por la vida, cuando ésta vida ha sido traicionada
por las premisas del hombre. Así, muestran a una mujer que se ha convertido en
castradora, pero no por ideologías de género, sino por vitalidad e instinto, cuyo
deseo ha sido extrapolado y se encuentra más allá de los principios morales;
sin embargo, no cancela aquellas virtudes del placer y la masculinidad que
alimentan su tránsito por el mundo. Es la muestra de la feminidad autónoma e
inusual, cuya vocación y talentos son puestos al servicio de un fin perverso
alejado de conceptos reduccionistas. ELLE es una Medea que deambula por la
ciudad buscando alguien a su medida, pero allí únicamente los dioses.
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