miércoles, 2 de diciembre de 2020

TODA BIBLIOTECA ES UN DISCURSO

DIFUSIÓN DE LA CULTURA A TRAVÉS DE LA BIBLIOTECA

Por Antonio Mejía Ortiz

Ortega y Gasset en su obra “La misión del Bibliotecario”, menciona que cada Biblioteca es un discurso. Este discurso está en relación a tres aspectos interconectados entre sí: 1.- el perfil de la comunidad; 2.- el perfil del acervo; 3.- el perfil de la Biblioteca como entidad.
De tal modo que la Biblioteca ejerce un proceso comunicativo de ida y vuelta para con el contexto histórico y social al que pertenece; y para con los individuos que lo hacen posible. Dicha comunicación se lleva a cabo en un sentido dialéctico, de reciprocidad y empatía. Por ello, sin importar quién detente el poder o cuál sea la ideología en boga, la Biblioteca y especialmente la Biblioteca en su carácter de “Pública”, es un puente hacia la cultura y el conocimiento. En este sentido, independiente a toda segregación, intransigencia o radicalismo, la Biblioteca tiende hacia el resguardo, proximidad y manifestación de la verdad. En la medida en que la Comunidad responde a la experiencia de la verdad, se acerca a la ciencia, el arte, el conocimiento, se acerca a la Belleza y la Sabiduría; así va definiendo el perfil de los acervos y retroalimentando a la Cultura, dejando atrás todo aquello que se sustenta en lo falso, lo parcial, lo injusto. De allí que en la Biblioteca no logren echar raíces las ideologías totalitarias, las doctrinas reaccionarias, las tiranías y, por el contrario, en algunos momentos de la historia de la humanidad, como está ampliamente documentado, sean éstas quienes se ven en necesidad de destruir por la fuerza aquello que en su cerrazón perciben como peligroso: la conciencia, la Comunidad, la Cultura.
La Biblioteca siendo un microcosmos que representa a la comunidad que le da identidad, no sólo resguarda el conocimiento sino que es memoria, meditación, abstracción que va más allá de las paredes del edificio y que permea en los hábitos y costumbres, aun cuando las políticas culturales, ideológicas o la sola ignorancia intenten reducirlas, minimizarlas, incluso prácticamente desahuciarlas. Siendo cada Biblioteca un discurso distinto y único, se trata de un mensaje que manifiesta una forma de sentir, percibir, pensar el mundo, pues no es lo mismo una Biblioteca y su respectiva comunidad en el contexto de Milpa Alta que en la Colonia Roma o en el Centro Histórico de la Ciudad de México. La biblioteca es un lugar donde cabe todo, pero no dice todo; teniendo un discurso propio, expresa algo específico. Y es aquí donde está la importancia del Bibliotecario como administrador de ese conocimiento, como profesional del manejo de la información, como cirujano que disecciona dicho discurso para satisfacer las necesidades de conocimiento de su comunidad, desde un amplio sentido universal hasta un íntimo sentido individual. 
A diferencia de internet en donde se supone que es posible encontrar toda la información, cualquier dato, en donde todo cabe (aparentemente), pero no hay un discurso si no es el de los algoritmos del buscador de las trasnacionales. A diferencia del internet como herramienta que te conduce y cuyo fin es inmediato, líquido, volátil, la Biblioteca como discurso dialéctico es un medio deductivo, no lineal, que implica la inmersión en sí mismo para así ubicarse en la realidad del mundo. 
El librero que tenemos en nuestra casa es el propio discurso que hace evidente nuestra percepción de la vida: los libros que contiene, su acomodo, el tipo de edición, el cómo conservamos dichos libros que, uno a uno, van construyendo una metáfora de uno mismo. En la realidad como en el arte, todo implica: la textura, la densidad, el tipo de papel y pasta, el tipo de encuadernación, la fuente y la disposición de la caja que resguarda el conocimiento, que pronto puede convertirse en un saber; la manera de exponer el contenido es algo irremplazable que, como todo lo que nos implica, dice algo de nuestras circunstancias, de nuestro andar, de nuestra personalidad y de ese “algo” que nos identifica. Podríamos decir que, así como nuestra Biblioteca en casa está diciendo e implicando algo de nosotros mismos, de nuestro entorno y de nuestra manera de vivir, asimismo, la Biblioteca es un gran libro que contiene otros libros, es un gran discurso que contiene muchos otros discursos, diversos y diferentes. El libro, su materialidad, modifica y es modificado por el lector. Como el librero de nuestra casa que contiene la multiplicidad de libros que, por una u otra causa, nos han interesado y hemos decidido conservar, la Biblioteca implica, modifica, incide en la comunidad que la contiene, desde su diseño arquitectónico y con su discurso. La Biblioteca espera ser modificada, para bien o para mal, en sus hábitos, en la tendencia de su contenido, en lo que puede ofrecer o demandar.

Ahora, ¿cuáles son las posibilidades de incidir en la realidad social de una comunidad, por parte de la Biblioteca? Todas. La realidad social, en un sentido íntimo, interior, sigue insatisfecha. Las posibilidades siguen siendo las mismas y siguen irrealizadas; sin embargo, en cuanto a las herramientas o valores o sentidos para aprehender lo universal y así desenmarañar el ser individual, se han transformado.
La Biblioteca como espacio arcaico y anacrónico que únicamente se dedica a resguardar el conocimiento, como una bodega de libros que quién sabe que contiene, ha sido obligada a reconstituirse, actualizarse; asimismo, ha sido necesario superar la idea romántica, quizá hasta un tanto egoísta o codiciosa como todo lo romántico, que tenía Borges acerca de la biblioteca como la promesa de un universo infinito e interminable que representa el gran orden en el que la soledad del ínfimo ser humano se alegra con esa elegante esperanza de una totalidad, un absoluto tan alto como inasible, como negada a la relación con las mujeres y los hombres que andamos por sobre las ilusiones de la tierra.
En esa reconstitución, la Biblioteca encontró su personalidad multifacética como discurso de discursos y supo, entonces, que los puentes que había tendido no sólo iban de ida sino también de vuelta; que la relación dialéctica, de reciprocidad y comunión, no se trataba única ni exclusivamente de conocimientos sino también de personas que al sintetizar información, conocimientos, cultura, eran a su vez un discurso que entra en comunicación con otros discursos que podían concentrarse en La Biblioteca como potencializadora ya no es un lugar cerrado, incomunicado y rígido, sino un espacio abierto, siempre emergente: lo mismo salón de conferencias, sala de estudio o taller; lo mismo un foro, que tribuna o estrado; lo mismo galería que escenario o auditorio, etc. 
La Biblioteca potencializa la interrelación entre el espacio físico arquitectónico y el universo de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época. La Biblioteca, puestas en marcha en su sentido de discurso performativo, como acción que se realiza en el presente, termina, a la postre, por cimentar ese constructo que podemos llamar “Cultura”.


*LA BIBLIOTECA DE BABEL -- Jorge Luis Borges: https://www.youtube.com/watch?v=J8fBD2N-cvQ


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