sábado, 28 de septiembre de 2019

Artículo en tres piezas (Tercera y última Parte)

III) EL COMPLOT MONGOL DE R. BERNAL, SU UNIVERSO Y DE CÓMO HA SIDO ARTERAMENTE TRAICIONADA POR IMCINE, EFICINE Y SEBASTIÁN DEL AMO

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I) La casa que arde de noche 👉Parte I 
II)Once Upon a Time in Hollywood 👉Parte II


Donde se expone que, así como la Revolución traiciona a Filiberto García, IMCINE traiciona la Novela y al público mexicano; y de por qué Sebastián del Amo representa el regodeo del ambiente artístico mexicano en la estulticia, la mediocridad y el fraude.



Acerca de la película

La reciente versión para cine de la interesantísima novela de R. Bernal, en cuyos créditos se ostenta que guion y dirección corren a cargo de Sebastián del Amo, y que su realización fue posible gracias al estímulo fiscal EFICINE es, para decir lo menos, ridícula. De principio a fin, literalmente, es decir, desde el tema de entrada y las primeras imágenes hasta el último crédito, esta adaptación en cine es mediocre, inepta, torpe y tremendamente estúpida. Podría abundar en adjetivos descalificativos y peyorativos sin caer en exageraciones ni hipérboles, porque no son licencias las que me tomo ni hay saña cuando digo que se trata de la película para imbéciles hecha por un imbécil.
Todo trabajo creativo es susceptible de ser más o menos afortunado, de fallar en el intento o contener errores y, por consiguiente, no alcanzar la solidez necesaria que requiere una obra artística, que exige el arte mismo. Todos tienen derecho a equivocarse y en esa medida la crítica no debe establecerse a raja tabla a través de preceptos inamovibles sino en relación a lo que la obra propone y lo que alcanza a partir de los sentidos y referentes a los que alude. Un trabajo honesto, creativo, verdadero, aun cuando sea fallido es digno de respeto. El trabajo creativo honesto y verdadero puede notarse, está siempre en constante perfeccionamiento emotivo, intelectual y técnico, no redunda ni se regodea en sus errores y mucho menos, en el onanismo del ego personal, como es el caso de Del Amo quien habita en una realidad alterna y deformada, en donde él se autopercibe como un artista de élite, un maestro de la cinematografía cuya visión e historia personal merecen quedar retratadas en la fantástica, auténtica y lúcida manera en que utiliza lo que, en un falaz autoengaño, dice admirar y que por el contrario, únicamente utiliza para autoalabarse e intentar hacer de sí una marca. Del Amo no es un artista: cualquier definición de artista le queda muy grande; no es cineasta: no entretiene ni esparce, su valor técnico es nulo y mucho menos es un escultor del tiempo. En cambio, es un ladrón, un fraudulento: lo que considera intertextualidad es en realidad un robo y al hacerlo, se monta en verdaderas personalidades para alcanzar una fama que no construye porque no puede; es un fantoche inepto: a la distancia se notan sus ansias de ser idolatrado, esa es su motivación y, como todo fantoche, alardea, se regodea presumiendo lo que no es suyo, incapaz de aceptar su pobreza creativa.
Sin embargo, sucede que en el medio artístico mexicano la gran mayoría padece de lo mismo y, sumidos en la mediocridad y la estulticia, no es difícil prever que entre ellos todo se trata de halagos mutuos entre privilegiados por nacimiento, influyentismo o servilismo.

Acerca de la novela

La novela de R. Bernal, como toda novela perteneciente al género negro es simple en apariencia ya que la trama generalmente es lineal, con personajes tipo y argumentos llenos de tópicos que rayan con el lugar común; asimismo, haciendo juego con aquello que le da su esencia, toda gran novela negra se sustenta en el suspenso: es un misterio a desentrañar y, al mismo tiempo, una trampa en la que habrán de caer los débiles sensibleros, los reaccionarios y los estúpidos. Así sucede tanto a personajes como a lectores, sólo quienes consiguen ejercer en equilibrio la acción y la reflexión, pueden salir vivos, pero no ilesos. La aparente simpleza argumentativa en la novela es una treta ya que, al desmadejarse el misterio, al irse resolviendo el caso, quedan de manifiesto los diversos contextos históricos, políticos, ideológicos, geopolíticos, geográficos, emocionales, psíquicos, etc., que la trama atraviesa y que son indispensables para comprender el carácter del protagonista que es una manifestación del carácter de una sociedad: la acción de una voluntad puesta en marcha que dimensiona un acontecer histórico. Comprender esto le da fondo, hondura a lo que, de otro modo, podría pasar por vano. Comprender esto, hace la diferencia entre saber cuáles son los días festivos y conmemorar la Historia.
La trama de El complot mongol avanza a través de una serie de contextos complejos que abarcan distintas épocas y esferas, en distintos nivele: la Guerra Fría, la confrontación entre socialismo y capitalismo; las intrigas geopolíticas: el velado intervencionismo de las dos potencias mundiales; el constante servilismo de los gobiernos mexicanos en su afán de ser legitimados y respaldados; la mezquindad de una clase política cuyos orígenes datan de la decena trágica: al asesinar a Francisco I. Madero, quienes institucionalizan la Revolución serán los asesinos y traidores; y, especialmente, la sensación de que no cesan la traición, la humillación y el olvido, hacia un pueblo, el mexicano, representado por Filiberto García, con todos sus vicios y virtudes. Y es en esto último donde se haya la festividad y el alboroto, la relación de terror y guasa para con la muerte, la indomable voluntad de seguir adelante frente a la desolación y, sobre todo, como diría el Maestro Fernando Martínez Monroy, la amargura de conocer la verdad y no saber qué hacer con ella, que corre por la médula del carácter del mexicano, de su cultura.
Ignorar esto nos dejaría frente a personajes simplones, de chiste de folletín, con una trama determinada por casualidades vulgares; y dicha lectura centraría la atención en los aspectos más irrelevantes y superficiales, además de que despojaría a los personajes de sus particularidades. Aquí me atrevería decir que si El perfil del hombre y la cultura en México de Samuel Ramos, El espejo enterrado de Carlos fuentes y el Laberinto de la Soledad de O. Paz se convirtieran en una novela negra, esa sería: El complot mongol de R. Bernal.
Cierto es que la versión cinematográfica de los 70s de Antonio Eceiza, protagonizada por Pedro Armendáriz Jr., tampoco le hace justicia al libro, pero al menos era un intento de hacer cine, aun con las imprecisiones argumentales y la ausencia de insinuaciones sobre los contextos y líneas de acción histórica que atraviesan la novela. Aun con la linealidad y literalidad propia del cine mexicano, se trata de una versión que rescata la dignidad que, minuto a minuto, se le escapa a la versión de Del Amo, cuyo objetivo es rendirse culto a sí mismo. Negado a la realidad, rodeado de pusilánimes, comodinos y lambiscones, se percibe a sí mismo como un par de Tarantino, con la altura suficiente para reescribir-mejorar a Bernal. Y esa mezquindad, esa estulticia, esa soberbia indolente de quien se regodea en sus privilegios, despreciando la realidad y la urgencia social de contenido, en comparación con lo que son sus películas, le quita cualquier resto de dignidad.
A estas alturas resultaría ocioso hacer un repaso de los errores y la falta de imaginación de Del Amo, de la cobardía con que, convenientemente, deja fuera todo lo políticamente incorrecto sin advertir que forma parte esencial del argumento porque a lo largo de la novela va acentuando una atmósfera y un carácter. Sería ocioso detallar la falta de imaginación y la ineptitud que culminan con un Damián Alcázar completamente perdido y disperso, incapaz de llenar y relacionarse con su personaje, que yendo contra la marea que significa la ausencia de dirección, abandonado a su suerte, termina por suplicar una indicación con la mirada, en la insufrible y artera escena final con la que Del Amo concluye su traición tanto a la novela como a su protagonista y no satisfecho, también a su actor estelar, desvirtuando así el contundente final de R. Bernal.

¿Y el inEficine?

En estos momentos lo que el medio del cine debiera estar cuestionando, que es determinante y fundamental, son los mecanismos a través de los cuales se obtiene el estímulo fiscal. Cómo es posible que año tras año se financien películas de paupérrima calidad, con técnica de video home y argumentos que no superan los chistes de excusado ¿Quién elige estos proyectos? ¿Quién revisa y asesora, quién da los vistos buenos para que sean precisamente estas producciones, y no otras, las que reciban el estímulo? Parece que no hay conciencia de que, dicho estímulo, implica una responsabilidad nacional, que no es un premio que se saca uno y puede derrochar como le dé la gana.
¿Cómo logran ser seleccionados proyectos tan miserables como éste y cómo hacen para sortear el campo minado, lleno de recovecos indescifrables y subterfugios burocráticos insospechados que implica el eficine, el efiteatro, el efiartes? ¿Qué hacen para obtener la visibilidad, la difusión y los bombos y platillos a los que otros, que seguramente tienen mucha más calidad y contenido, no tienen acceso? Y es que, en este México que todavía tiene muchos vicios de incivilización, no todo se trata del esfuerzo personal; “el que quiere puede, claro, pero puede más si tiene conocidos, conectes y para eso, en este México que todavía tiene muchos vicios de impunidad, hay que ser un recomendado, un siervo o un mezquino. El cinismo instituciones culturales, artistas y a veces hasta el propio público es exasperante ¿Qué tipo de artistas y jurados, de institución cultural y servidores públicos, qué tipo de ciudadano y de individuo permite, así de impunemente, que los recursos se desperdicien cuando sí es posible saber, desde el primer borrador hasta el guion final y el guion técnico, los alcances de una película: si está bien hecha, es buena, afortunada, interesante o como sea que los snobs lo describan?
¿Quién dijo que los recursos para el arte deben ser utilizados sólo por/para el arte? ¿Estamos dispuestos a defender artistas ineptos con tal de defender los recursos destinados al arte, aun cuando esos recursos están por completo secuestrados por un par de cofradías? No veo a los artistas protestando por la estulticia en el arte mexicano contemporáneo, no los veo haciendo crítica real hacia los pésimos y pobrísimos resultados en el cine, en el teatro, en la literatura o las artes plásticas, específicamente. No los veo protestando por una mejor educación o proponiendo una alternativa. Sí los veo, en cambio, haciéndose los únicos, los auténticos, los irrepetibles. Sí los veo asustados por la posibilidad de dejar de vivir como "artistas" y comenzar a vivir como aquellos que les sustentan sus cafés, sus restaurantes, sus cervezas artesanales, las tonterías que presentan en exposiciones y muestras y temporadas. Sí los veo, en cambio, protestando por mantener el mismo estado de las cosas, donde hay un escalafón cortesano que está determinado por ciertos privilegiados que lo deciden todo y en el que hay que estar dispuesto a perder la dignidad y humillarse, dejarse violar y violentar o, simplemente, mantener una actitud servil, lambiscona, ignorante como en cualquier culto o secta.

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