FICHA TÉCNICA:
Dirección: Efraín Pérez Álvarez
Relaciones públicas: Efraín Pérez
Álvarez
Iluminación y Diseño de iluminación: Stephanie
Rodríguez León
Patrocinador: CODY-ADYELEC
ELENCO: Natalia Alanís Cataño
María
Fernanda Benítez Sánchez
Flor
Canchola Chávez
Daphne
Pérez Rouco
Duración: 57 minutos
Por: Doménica Román Castellanos
Dos sucesos han marcado mi
conciencia teatral y los dos sucedieron antes de entrar a la Licenciatura. Mi
nula educación o tradición familiar acerca del arte y mi cabeza dura provocaron
que no pensara en ellos hasta mucho, mucho tiempo después, ya cuando sabía que
era una de los desposeídos del teatro y que por lo mismo, mi inevitable
atracción hacia él no podía generarme ninguna ganancia material y tal vez ni
espiritual. Constantemente vuelvo a ellos cuando salgo de las representaciones
pensando que he perdido doscientos pesos y/o dos horas de mi -en algo, espero-
valiosa vida. El primero de esos acontecimientos sucedió en el Festival Internacional
Cervantino, era yo una chica que iba, como casi todos en ese entonces, con la
idea de que las calles de Guanajuato eran una gran fiesta de varios días con
barra libre, mientras la policía no te encerrara tres días (eso duraban los
viajes de estudiantes y como era escaso el dinero nadie iba a pagar tu fianza),
o te quedaras sin dinero y tuvieras que vender tus besos para regresar a casa;
y si además de todo podías pescar algún espectáculo callejero pues era genial.
Cabe mencionar que la privatización del festival es reciente y que en esos días
lo mismo encontrabas en las plazas a un lamentable mimo callejero, que una
compañía internacional de teatro. Así, por azares del destino y del vagabundeo,
en nuestra última noche presenciamos una representación de El Quijote y vimos cómo una pequeña plaza se convertía en llanura,
en taberna, en isla, pero sobre todo, cómo Don Quijote se estrellaba contra un
molino en llamas, hecho con materiales de metal reciclados. Luego corrimos para
alcanzar el autobús y regresar a la Ciudad de México más que satisfechas.
El segundo acontecimiento se dio
cuando aspiraba a entrar a la Licenciatura en Literatura Dramática y Teatro.
Como esperaba las fechas de cambio de Carrera y mis padres no estaban enterados
de mis planes, pues tenía toda las tardes para pasearme por la Facultad y sus
alrededores, y así fui a dar a las muestras promovidas por un desconocido,
excéntrico y atractivo polaco, que en ese momento era Coordinador del Colegio y
que tiempo después sería mi profesor. Con la ignorancia que ha caracterizado mi
vital interés en el teatro y casi arrastrada por las circunstancias, entre al
Aula-Teatro Escenario del Justo Sierra a ver una escenificación de La Calle de la gran ocasión de la
Maestra Luisa Josefina Hernández (no recuerdo quién dirigía) y para mi fue poco
menos que entrar en el país de las maravillas. Aquellos estudiantes, con apenas
unos cuantos metros de tela, unos cuantos juegos de luces, la utilización
correcta del espacio vacío y la comprensión adecuada del sentido y la forma del
texto dramático, lograron crear un universo fantástico que, a menos que la
nostalgia de juventud me engañe, era sorprendente aun con las limitaciones
propias del caso. Así comprendí que el teatro es y debe ser, espectacular y
trascendente, ya que lo verdaderamente espectacular se vuelve trascendente
porque los aspectos eróticos, tanáticos y psicológicos de la vida crecen y
revientan frente a nuestros ojos creando así una experiencia vital catártica; y
de la misma forma, lo trascendente por su misma naturaleza de transformación,
transubstanciación y resignificación, reconstruye en su intimidad y su soledad,
nuestra visión de la vida, dejándonos estupefactos en la emoción a la que nos
ha conducido. De allí la importancia de identificar correctamente el estilo, el
tono y el género, además de la intención y el sentido de cualquier obra que se
pretenden escenificar.
A qué viene todo esto y qué tiene
que ver con CUARTETO PARA CUATRO ACTORES,
pues precisamente porque en esta escenificación, como no lo había visto desde
hace mucho en el Colegio, se conjuntan los dos aspectos antes mencionados. En
voz de Albert Boadella, se logra “lo más con lo menos”; y este trabajo que
parte de una comicidad bien llevada por el director y mejor ejecutada por las
actrices, se hace espectacular a través de los aspectos irónicos, sarcásticos y
general patéticos de la escala humana, debido al minucioso cuidado en los detalles
de sentido e intención de cada diálogo, cada expresión y cada elementos sobre
la escena. A diferencia de otras obras donde se presienten (porque no existen)
un par de ideas importantes pero en general está todo por arreglarse, CUARTETO PARA CUATRO ACTORES dirigida
por Efraín Pérez Álvarez, se encuentra a un paso de la excelencia. He visto
obras de directores prestigiados con actores de renombre que no logran acceder
a esa dimensión de Verdad y exacta realización que tiene, o por lo menos casi
tiene, esta obra; donde el adverbio “casi”, ya por sí solo y con todo en
contra, es un logro importante del que debe estar orgulloso este equipo de
jóvenes creadores y quien los haya asesorado también.
Apegándose sin enajenarse a las
convenciones teatrales más sencillas, logran un diseño de iluminación sobrio,
pero que aporta a la concreción y proyección de cada uno de los carácteres en
escena. El sonido es precisamente eso, un fenómeno vibratorio, “una variación
del estado tensional del medio”, que traducido al teatro determina tensiones e
intenciones de un sentido; y es de esta forma, que el diminuto, plano y escueto
planteamiento del escenario se abre, se comprime, se expande y se desdobla a
partir de la sorprendente conciencia rítmica, melódica y emotiva de las cuatro
actrices que, cada una desde sus características personales, son portadoras de
una presencia escénica poderosa, de una capacidad de contención y proyección
casi dominada; de un magnífico trabajo de su “estar” en escena. Claro que hay
cosas que mejorar, el camino hacia la perfección no termina nunca, pero estas
cosas son pocas y pequeñas ya que el trabajo importante, el que le da sentido a
la herramienta del actor, está hecho. No es lo mismo enseñarle al actor a
sentir que encaminar una emoción adecuada.
CUARTETO PARA CUATRO ACTORES en uno de esos trabajos de
escenificación donde se reúnen, para bien, las características propicias de un
conjunto de personas en un tiempo y un lugar exactos, pero sobre todo, donde se
presiente que cada uno comprende cuál es su lugar en la vida y en el
acontecimiento del teatro. Además de otorgarle al público un tiempo que lo
libera y sustrae de su momento histórico, es una de esas obras en que se desea
que el potencial de divas de las actrices se desarrolle y sea; que el potencial
de artistas de los creadores, del director específicamente, se logre y continúe
por mucho tiempo, ya que este tipo de trabajos son los que necesita el Colegio
de Literatura Dramática y Teatro, el Teatro Universitario y la Escena mexicana
toda.
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