FICHA TÉCNICA:
Co-Dirección: Aurora Gómez Meza e
Isabel Yurai Terán Ibarra.
Producción ejecutiva: Aurora Gómez Meza
Asistente de Dirección: Alejandro
Bastién Olvera
Stage Manager: Lourdes Selene Peña
Barrera
Diseño de Audio e Iluminación: Isabel
Yurai Terán Ibarra
Diseño de Escenografía y Vestuario: Con…tacto
Teatro
Peinadora: Daniela Rodríguez Correa
Equipo Técnico: Luis Alberto Salvador
Avelar (Audio); Xanath Alizet García
González (Iluminación); Tania Serrano Segura (Tramoya).
Asistentes de Producción, Relaciones
públicas y Difusión: Zianya Daniela Toriz González, Michelle Angélica
Montiel Torres, Karen Haydé Payan Padilla, Denise López Romero, Gabriela
Herández Aparicio
ELENCO: Adriana Mascorro Yado, Daniela
Rodríguez Correa, Iris Marysol Arenas Cordourier, Idalí Flores Osnaya, Elena
Ramírez Álvarez, Yazmin Hernández Magariño, Carmen Yarelli Esparza Molina,
Marina González Aguirre, Silvia Itzé Mota Sánchez, Amalia Rivera Castillejos,
Evelyn Camacho Soberón, Rebeca Roa Oliva, Paulina Hernández Marroquín, María
Fernanda Galván Ramírez, Alejandro Márquez Prado, Ricky Kevin Montesinos
Rebollo, Gerardo Efraín Gallardo Talavera, Moisés Iglesias Kühn, Manuel Adrián
Delgado Plazola.
Duración: 70 minutos
Por: Antonio Mejía Ortiz
Desde la primera vez y hasta el
día de hoy, observo una constante general en los trabajos presentados en las Temporadas
del CLDyT: por un lado, la sensación de que los procesos no están terminados;
por otro lado, la certeza de que dichos procesos, en el peor de los casos,
nunca se completarán; y en el mejor de los casos, tendrán una repercusión
diminuta, que habrá de perderse en el insufrible y caótico espacio de la escena
mexicana. Asimismo, desde que vengo presenciando las obras presentadas en el
Colegio, he notado tres tipos de Directores: los pretensiosos, los talentosos y
aquellos que no tienen futuro. Los pretensiosos, dado que tienen el futuro seguro
pues pertenecen a la élite de los “privilegiados” (Ver EDITORIAL), hacen cualquier serie de
disparates “posmodernos” que, celebrados por profesores y estudiantes, sirven
para llenar los costales del ego, sin embargo, sus “creaciones” no son otra
cosa que lo que se conoce desde siempre como “papayas cósmicas”, es decir,
ocurrencias sin sentido ni transcendencia de ningún tipo y esto porque el arte,
como la comprensión de la vida, son más sacrificio y transgresión que
lucimiento personal. Los Directores que no tienen futuro simplemente no podrán
nunca comprender las dimensiones ominosas del teatro. Como dice la Biblia:
“quien tenga oídos que oiga, quien tenga ojos que vea (Mateo 13,9)”; y estos dos
tipo de directores, lamentablemente, no ven y no oyen; esto se puede notar en
sus montajes, en la limitada y errónea percepción que tienen del acontecimiento
escénico. Finalmente se encuentran los talentosos, para quienes la realidad generalmente
es dura, porque mientras ellos suelen ser desproporcionadamente exigidos,
incluso por su autocrítica, parece que a otros les son facilitados todos los
medios y toda la condescendencia.
Es curioso, pero explicable, que
mientras los Directores pretensiosos son más afines a las tendencias
postdramáticas y quienes no tienen futuro se hacen al “contenido social”, los
Directores con talento en el CLDyT, se acercan a la Farsa o al estilo minimalista
de lo que se conoce tradicionalmente como Teatro Universitario: El actor solo frente
a la escena (sentido, emoción y circunstancia: el contenido ulterior del
drama), que se sirve de las carencias y se apoya únicamente en la necesidad vital
de decir. De tal forma que las obras que niegan la palabra, al final la
necesitan para explicarse; y las obras que la ponderan como expresión simbólica
de la acción dramática, no requieren, dentro o fuera de la escena, del uso
excesivo o textual de ella para que el argumento emotivo e intelectual llegue
al otro. Son curiosas también las similitudes en la personalidades de quienes
crean los espectáculos más interesantes de las muestras, pues tienen
características afines: aunque cuentan con rasgos originales en su vestimenta y
comportamiento, son más bien introvertidos o por lo menos discretos; a pesar de
convivir con todos, su personalidad es más bien solitaria y respetuosa; y en
general, sus trabajos aunque interesantes en sentido y forma, requieren de un
apoyo moral externo y manifiesto para que el creador pueda, uno, superar la
feroz autocrítica; dos, encontrar la seguridad técnica para llevar su obra a la
máxima expresión; y tres, hallar el difícil e inhabilitado camino hacia la
continuidad. Tal vez tenga que ver con el proceso mental de la creación artística,
el contexto histórico personal o pura casualidad de tiempo y espacio. Sea lo
que fuere, una vez más encuentro esta serie de eventualidades en UN RICO, TRES POBRES, Co-dirigida por Aurora
Gómez Meza e Isabel Yurai Terán Ibarra.
Aunque el manejo de un grupo
grande de actores sea difícil, en el contexto general de la creación escénica,
es por mucho el menor de los problemas si no se cuenta con una comprensión
clara del texto o del argumento a representar, una propuesta de dirección
eficaz y congruente, una visión completa de la escena, el ingenio necesario
para asimilar las condiciones técnicas y perceptivas propias del Colegio, y
sobre todo una intuición multisensorial profunda acerca de la naturaleza
humana. El actor es como un niño hiperactivo, igual de convenenciero,
irreflexivo e irresponsable, que necesita estructura, intención y contenido. Es
trabajo del Director hacer comprender al actor el sentido a través del manejo
de la emoción, y allí es donde se encuentra la verdadera complicación en el
teatro, porque si el actor es ambiguo en su expresión o poco verosímil, no
importa la maquinaria que lo enmarca, el espectáculo estará hueco. Sin embargo,
cuando un Director curioso, perspicaz y preocupado por la claridad de su
“decir”, logra hacer comprender al actor el contenido y la intención a través
del lenguaje (por su puesto el correcto sentido de la Palabra), puede generar
todo un espectáculo con sólo dos elementos: quien representa y el espacio
vacío; porque el teatro no sucede netamente sobre la escena, si no y sobre
todo, en el espacio liminal entre la percepción del ejecutante y la del
receptor. De allí que a pesar de la falta de contundencia o compromiso escénico
de varios de los actores que se esconden detrás del empuje dramático de sus
compañeros, considero que las Directoras de UN
RICO, TRES POBRES, logran crear un equilibrio de energías que no proviene
del mero ejercicio físico del oficio, más bien, de la preocupación por la
comprensión exacta de cada una de las intenciones y los sentidos en cada uno de
los juegos sobre el escenario; ya que demasiada energía en poca comprensión
dramática genera un frenesí desbocado de exageraciones acartonadas; y por el
otro lado, la densa reflexión crítica del aspecto dramático sin la energía
necesaria en intenciones, contenciones y sentidos, crea una obra intelectualoide,
pesada y aburrida de tan “exquisita”.
Vemos también que el diseño de
iluminación y el diseño sonoro, desde el instante en que entramos al espacio,
generan carácter y establecen el tono, aun cuando se muestran como lo que son:
efectos técnicos que generan convención dramática; su discreta y correcta
utilización en una dimensión justa, es decir, determinados por la configuración
dramática del espectáculo, los vuelven determinantes. A través de los elementos
más tradicionales del teatro como son el leit
motiv, el cenital, la oscuridad (que es origen de la escena), etc., se van delimitando
los contornos de los referentes a los que alude. Así, se revela la necesidad de
la palabra en el Teatro, como lenguaje que sucede incluso antes de llevar
cualquier idea sobre la escena. La Palabra como acto metafórico que, siendo uno
el significado de la escena, lo multiplica para adecuarse a un sentido y una
intención particular que “dice” sin la obligación de “decir” literalmente, o
sea: significa, hace referencia, implica, comunica, genera un discurso lógico sin
la necesidad de una estructura que podríamos llamar convencional, como sucede
en el teatro del absurdo. Y este es tal vez el gran acierto de UN RICO, TRES POBRES: valorar y entender
la importancia y el alcance de la Palabra en cuanto a sus referentes y su
resignificación simbólica en escena, para hacer que las imágenes y las ideas aparezcan
sin decirlas.
Otro aspecto, por el cual el
CLDyT era reconocido y que se ha desvanecido un poco últimamente, pero que notamos
aquí, es la capacidad imaginativa para resolver cada escena, congruentemente en
sentido y tono, con los elementos más ordinarios (como bolsas de plástico,
escobas, globos, etc.), haciendo de las limitaciones o estructuras inservibles
del espacio, un recurso de expresión dramática. Asimismo, la seriedad con la
que, sin caer en “fantochadas posmos”
propias de quienes están urgidos de originalidad, han afrontado las necesidades
de expresión actoral desde las formas típicas del teatro -asentadas en la Commedia dell'Arte y en México, en el Teatro de revista o la Carpa-, sin caer en estereotipos ni clichés, pero
teniéndolos al alcance de la mano, que es un principio desconocido y/o
despreciado, pero fundamental del quehacer dramático.
Sin embargo, en esta
escenificación sigue quedando la sensación de un trabajo casi concluido pero no
consumado. Y esto sucede porque no profundizaron lo suficiente en los terrenos
oscuros del género y/o del planteamiento. En general hay tres aspectos
necesarios que no encontramos en UN RICO,
TRES POBRES: 1) Dado que en las obras de este tipo los rasgos de carácter
se encuentran evidenciados por medio del tono grotesco (como en Ubu Rey), porque precisamente lo que nos
están mostrando son las vísceras de nuestro adiestramiento moral, elementos como
el maquillaje, la utilería, el vestuario, etc., deben explotarse al máximo con
el fin de acompañar y sumarse como elementos simbólicos de los defectos de
carácter de los personajes o tipos en escena. Aunque la actuación, utilería, el
vestuario y en ciertos casos la gesticulación a manera de máscara en algunos
actores me parece aceptable, pienso que es necesaria la utilización de maquillaje
acorde al tono general de la obra, para
que se termine de redondear la expresión emotiva de cada escena. 2) La malicia:
a diferencia de la Comedia, las obras de este tipo contienen un elemento de
perversidad ineludible (de allí la presencia del tono grotesco), que no sólo se
burla de los errores de carácter del ser humano, sino que intenta agredirlo en
el sentido de transgredirlo a partir de una destrucción moral, para que el
espectador mismo se reconstruya desde una perspectiva ética; dicho elemento de
perversidad puede tener dos sentidos: uno meramente burlesco y otro meramente satírico;
ambos como un ataque hacia un aspecto de la realidad que se desaprueba. Esto es
notorio por ejemplo, en las intervenciones del payaso que hace las veces del
maestro de ceremonias en un circo, más allá de la magnitud y explosividad de
energía que la actriz requiere y no tiene, sin la intención maliciosa de su
carácter no pasa de ser un momento chistoso y la cuestión es que debe ser algo
más, oscuro y retorcido, con el que se genere una relación fuerte a partir de
la antipatía como sucede con los antihéroes. Lo mismo pasa con varios actores
que -se siente-, han entendido la forma pero aún están lejos del fondo. Puede
no importar si la intención es que el público pase un buen rato, pero es
determinante si se trata de desentrañar y mostrar las honduras del género y el
cuerpo abierto de esa dimensión mezquina de la naturaleza humana. Con todo,
creo que se debe más a la decencia de las directoras que a un error sobre la
consciencia dramática de la escena.
Muchos buenos momentos y muchas
virtudes tiene la escenificación de Aurora Gómez Meza e Isabel Yurai Terán
Ibarra, entre ellas que, junto con CUARTETO
PARA CUATRO ACTORES Dirigida por Efraín Pérez Álvarez, son las obras que
logran crear “momentos” entrañables: racionales, emocionales, sentimentales,
intelectuales, psicológicos, eróticos, tanáticos, etc. Cosa que sucede cada vez
menos en el teatro mexicano, por lo menos en el teatro universitario, dividido
entre obras sin imaginación que ilustran la escena y matan el texto; disparates
de “vanguardia” sin pies ni cabeza; y las obras de grandes presupuestos que son
vistosas y reconocidísimas, porque hasta el tipo que vende los boletos es una
personalidad de renombre, y que pueden ser muy buenas o muy malas. Para acabar,
creo que las directoras necesitan saber que lo hicieron muy bien y que es
momento de salir de las pequeñas Aulas-teatros del Área de Teatros del CLDyT y
mostrarse en el gran escenario del mundo.
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