lunes, 20 de mayo de 2013

UN RICO, TRES POBRES (De Louis Calaferte/ Trad. David Psalmon)


FICHA TÉCNICA:
Co-Dirección: Aurora Gómez Meza e Isabel Yurai Terán Ibarra.
Producción ejecutiva: Aurora Gómez Meza
Asistente de Dirección: Alejandro Bastién Olvera
Stage Manager: Lourdes Selene Peña Barrera
Diseño de Audio e Iluminación: Isabel Yurai Terán Ibarra
Diseño de Escenografía y Vestuario: Con…tacto Teatro
Peinadora: Daniela Rodríguez Correa
Equipo Técnico: Luis Alberto Salvador Avelar (Audio); Xanath Alizet García González (Iluminación); Tania Serrano Segura (Tramoya).
Asistentes de Producción, Relaciones públicas y Difusión: Zianya Daniela Toriz González, Michelle Angélica Montiel Torres, Karen Haydé Payan Padilla, Denise López Romero, Gabriela Herández Aparicio
ELENCO: Adriana Mascorro Yado, Daniela Rodríguez Correa, Iris Marysol Arenas Cordourier, Idalí Flores Osnaya, Elena Ramírez Álvarez, Yazmin Hernández Magariño, Carmen Yarelli Esparza Molina, Marina González Aguirre, Silvia Itzé Mota Sánchez, Amalia Rivera Castillejos, Evelyn Camacho Soberón, Rebeca Roa Oliva, Paulina Hernández Marroquín, María Fernanda Galván Ramírez, Alejandro Márquez Prado, Ricky Kevin Montesinos Rebollo, Gerardo Efraín Gallardo Talavera, Moisés Iglesias Kühn, Manuel Adrián Delgado Plazola.
Duración: 70 minutos

Por: Antonio Mejía Ortiz

Desde la primera vez y hasta el día de hoy, observo una constante general en los trabajos presentados en las Temporadas del CLDyT: por un lado, la sensación de que los procesos no están terminados; por otro lado, la certeza de que dichos procesos, en el peor de los casos, nunca se completarán; y en el mejor de los casos, tendrán una repercusión diminuta, que habrá de perderse en el insufrible y caótico espacio de la escena mexicana. Asimismo, desde que vengo presenciando las obras presentadas en el Colegio, he notado tres tipos de Directores: los pretensiosos, los talentosos y aquellos que no tienen futuro. Los pretensiosos, dado que tienen el futuro seguro pues pertenecen a la élite de los “privilegiados” (Ver EDITORIAL), hacen cualquier serie de disparates “posmodernos” que, celebrados por profesores y estudiantes, sirven para llenar los costales del ego, sin embargo, sus “creaciones” no son otra cosa que lo que se conoce desde siempre como “papayas cósmicas”, es decir, ocurrencias sin sentido ni transcendencia de ningún tipo y esto porque el arte, como la comprensión de la vida, son más sacrificio y transgresión que lucimiento personal. Los Directores que no tienen futuro simplemente no podrán nunca comprender las dimensiones ominosas del teatro. Como dice la Biblia: “quien tenga oídos que oiga, quien tenga ojos que vea (Mateo 13,9)”; y estos dos tipo de directores, lamentablemente, no ven y no oyen; esto se puede notar en sus montajes, en la limitada y errónea percepción que tienen del acontecimiento escénico. Finalmente se encuentran los talentosos, para quienes la realidad generalmente es dura, porque mientras ellos suelen ser desproporcionadamente exigidos, incluso por su autocrítica, parece que a otros les son facilitados todos los medios y toda la condescendencia.

Es curioso, pero explicable, que mientras los Directores pretensiosos son más afines a las tendencias postdramáticas y quienes no tienen futuro se hacen al “contenido social”, los Directores con talento en el CLDyT, se acercan a la Farsa o al estilo minimalista de lo que se conoce tradicionalmente como Teatro Universitario: El actor solo frente a la escena (sentido, emoción y circunstancia: el contenido ulterior del drama), que se sirve de las carencias y se apoya únicamente en la necesidad vital de decir. De tal forma que las obras que niegan la palabra, al final la necesitan para explicarse; y las obras que la ponderan como expresión simbólica de la acción dramática, no requieren, dentro o fuera de la escena, del uso excesivo o textual de ella para que el argumento emotivo e intelectual llegue al otro. Son curiosas también las similitudes en la personalidades de quienes crean los espectáculos más interesantes de las muestras, pues tienen características afines: aunque cuentan con rasgos originales en su vestimenta y comportamiento, son más bien introvertidos o por lo menos discretos; a pesar de convivir con todos, su personalidad es más bien solitaria y respetuosa; y en general, sus trabajos aunque interesantes en sentido y forma, requieren de un apoyo moral externo y manifiesto para que el creador pueda, uno, superar la feroz autocrítica; dos, encontrar la seguridad técnica para llevar su obra a la máxima expresión; y tres, hallar el difícil e inhabilitado camino hacia la continuidad. Tal vez tenga que ver con el proceso mental de la creación artística, el contexto histórico personal o pura casualidad de tiempo y espacio. Sea lo que fuere, una vez más encuentro esta serie de eventualidades en UN RICO, TRES POBRES, Co-dirigida por Aurora Gómez Meza e Isabel Yurai Terán Ibarra.

Aunque el manejo de un grupo grande de actores sea difícil, en el contexto general de la creación escénica, es por mucho el menor de los problemas si no se cuenta con una comprensión clara del texto o del argumento a representar, una propuesta de dirección eficaz y congruente, una visión completa de la escena, el ingenio necesario para asimilar las condiciones técnicas y perceptivas propias del Colegio, y sobre todo una intuición multisensorial profunda acerca de la naturaleza humana. El actor es como un niño hiperactivo, igual de convenenciero, irreflexivo e irresponsable, que necesita estructura, intención y contenido. Es trabajo del Director hacer comprender al actor el sentido a través del manejo de la emoción, y allí es donde se encuentra la verdadera complicación en el teatro, porque si el actor es ambiguo en su expresión o poco verosímil, no importa la maquinaria que lo enmarca, el espectáculo estará hueco. Sin embargo, cuando un Director curioso, perspicaz y preocupado por la claridad de su “decir”, logra hacer comprender al actor el contenido y la intención a través del lenguaje (por su puesto el correcto sentido de la Palabra), puede generar todo un espectáculo con sólo dos elementos: quien representa y el espacio vacío; porque el teatro no sucede netamente sobre la escena, si no y sobre todo, en el espacio liminal entre la percepción del ejecutante y la del receptor. De allí que a pesar de la falta de contundencia o compromiso escénico de varios de los actores que se esconden detrás del empuje dramático de sus compañeros, considero que las Directoras de UN RICO, TRES POBRES, logran crear un equilibrio de energías que no proviene del mero ejercicio físico del oficio, más bien, de la preocupación por la comprensión exacta de cada una de las intenciones y los sentidos en cada uno de los juegos sobre el escenario; ya que demasiada energía en poca comprensión dramática genera un frenesí desbocado de exageraciones acartonadas; y por el otro lado, la densa reflexión crítica del aspecto dramático sin la energía necesaria en intenciones, contenciones y sentidos, crea una obra intelectualoide, pesada y aburrida de tan “exquisita”.

Vemos también que el diseño de iluminación y el diseño sonoro, desde el instante en que entramos al espacio, generan carácter y establecen el tono, aun cuando se muestran como lo que son: efectos técnicos que generan convención dramática; su discreta y correcta utilización en una dimensión justa, es decir, determinados por la configuración dramática del espectáculo, los vuelven determinantes. A través de los elementos más tradicionales del teatro como son el leit motiv, el cenital, la oscuridad (que es origen de la escena), etc., se van delimitando los contornos de los referentes a los que alude. Así, se revela la necesidad de la palabra en el Teatro, como lenguaje que sucede incluso antes de llevar cualquier idea sobre la escena. La Palabra como acto metafórico que, siendo uno el significado de la escena, lo multiplica para adecuarse a un sentido y una intención particular que “dice” sin la obligación de “decir” literalmente, o sea: significa, hace referencia, implica, comunica, genera un discurso lógico sin la necesidad de una estructura que podríamos llamar convencional, como sucede en el teatro del absurdo. Y este es tal vez el gran acierto de UN RICO, TRES POBRES: valorar y entender la importancia y el alcance de la Palabra en cuanto a sus referentes y su resignificación simbólica en escena, para hacer que las imágenes y las ideas aparezcan sin decirlas.

Otro aspecto, por el cual el CLDyT era reconocido y que se ha desvanecido un poco últimamente, pero que notamos aquí, es la capacidad imaginativa para resolver cada escena, congruentemente en sentido y tono, con los elementos más ordinarios (como bolsas de plástico, escobas, globos, etc.), haciendo de las limitaciones o estructuras inservibles del espacio, un recurso de expresión dramática. Asimismo, la seriedad con la que, sin caer en “fantochadas posmos” propias de quienes están urgidos de originalidad, han afrontado las necesidades de expresión actoral desde las formas típicas del teatro -asentadas en la Commedia dell'Arte y en México, en el Teatro de revista o la Carpa-, sin caer en estereotipos ni clichés, pero teniéndolos al alcance de la mano, que es un principio desconocido y/o despreciado, pero fundamental del quehacer dramático.
Sin embargo, en esta escenificación sigue quedando la sensación de un trabajo casi concluido pero no consumado. Y esto sucede porque no profundizaron lo suficiente en los terrenos oscuros del género y/o del planteamiento. En general hay tres aspectos necesarios que no encontramos en UN RICO, TRES POBRES: 1) Dado que en las obras de este tipo los rasgos de carácter se encuentran evidenciados por medio del tono grotesco (como en Ubu Rey), porque precisamente lo que nos están mostrando son las vísceras de nuestro adiestramiento moral, elementos como el maquillaje, la utilería, el vestuario, etc., deben explotarse al máximo con el fin de acompañar y sumarse como elementos simbólicos de los defectos de carácter de los personajes o tipos en escena. Aunque la actuación, utilería, el vestuario y en ciertos casos la gesticulación a manera de máscara en algunos actores me parece aceptable, pienso que es necesaria la utilización de maquillaje acorde al  tono general de la obra, para que se termine de redondear la expresión emotiva de cada escena. 2) La malicia: a diferencia de la Comedia, las obras de este tipo contienen un elemento de perversidad ineludible (de allí la presencia del tono grotesco), que no sólo se burla de los errores de carácter del ser humano, sino que intenta agredirlo en el sentido de transgredirlo a partir de una destrucción moral, para que el espectador mismo se reconstruya desde una perspectiva ética; dicho elemento de perversidad puede tener dos sentidos: uno meramente burlesco y otro meramente satírico; ambos como un ataque hacia un aspecto de la realidad que se desaprueba. Esto es notorio por ejemplo, en las intervenciones del payaso que hace las veces del maestro de ceremonias en un circo, más allá de la magnitud y explosividad de energía que la actriz requiere y no tiene, sin la intención maliciosa de su carácter no pasa de ser un momento chistoso y la cuestión es que debe ser algo más, oscuro y retorcido, con el que se genere una relación fuerte a partir de la antipatía como sucede con los antihéroes. Lo mismo pasa con varios actores que -se siente-, han entendido la forma pero aún están lejos del fondo. Puede no importar si la intención es que el público pase un buen rato, pero es determinante si se trata de desentrañar y mostrar las honduras del género y el cuerpo abierto de esa dimensión mezquina de la naturaleza humana. Con todo, creo que se debe más a la decencia de las directoras que a un error sobre la consciencia dramática de la escena.

Muchos buenos momentos y muchas virtudes tiene la escenificación de Aurora Gómez Meza e Isabel Yurai Terán Ibarra, entre ellas que, junto con CUARTETO PARA CUATRO ACTORES Dirigida por Efraín Pérez Álvarez, son las obras que logran crear “momentos” entrañables: racionales, emocionales, sentimentales, intelectuales, psicológicos, eróticos, tanáticos, etc. Cosa que sucede cada vez menos en el teatro mexicano, por lo menos en el teatro universitario, dividido entre obras sin imaginación que ilustran la escena y matan el texto; disparates de “vanguardia” sin pies ni cabeza; y las obras de grandes presupuestos que son vistosas y reconocidísimas, porque hasta el tipo que vende los boletos es una personalidad de renombre, y que pueden ser muy buenas o muy malas. Para acabar, creo que las directoras necesitan saber que lo hicieron muy bien y que es momento de salir de las pequeñas Aulas-teatros del Área de Teatros del CLDyT y mostrarse en el gran escenario del mundo.

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